lunes, 16 de diciembre de 2013

Diciembre

Diciembre

El viernes a las 13 en el estacionamiento 9.No, quiero decir, el viernes 13 a las 9 en el estacionamiento, de ahí a las puertas abiertas de Open Door (golpee antes de entrar). Tomar Ruta 8, luego Ruta 6, doblar 2 cuadras, ahí está la quinta. Ese día no trabajamos: Festejo de fin de año. "Va a ser un gran año para la empresa, estamos creciendo, y les agradecemos mucho por su trabajo". De ahí a la pileta. AcquaBasquet. Todos contra todos. No importa en qué equipo estás, vos tirá para allá. Me olvidé de ponerme protector solar, pero no importa. (Después lo voy a lamentar). Ampolla en la planta del pie por el fondo rugoso de la pileta, y frutilla en el codo por pura brutalidad lúdica.

De ahí, al reencuentro de graduados. No, mejor no. (Hubiera estado bueno, pero no pudo ser). "En terapia hablé de cómo me siento cuando no estás en casa".

"Cómo estás Alfredito? Nunca me puedo comunicar. Cuándo vas a venir a visitar a tu abuela? El fin de año me hace estar medio caída". El sábado al mediodía voy, abuela. Y el sábado al mediodía voy. Abuela, estoy yendo. "Dale!! Vení pronto".

Cadenita. De oro. No, mejor de plata. La de oro es más susceptible de que se la roben. Con un dije, pero que sea sencillo y bonito. Nada muy exagerado. Es para mi ahijada que cumple 15 años. No, no sé qué le puede llegar a gustar. Hace 3 años que no la veo. Y cuando la vi esa vez, hacía más de 5 años que no la veía. Cosas de la vida (y cosas mías, que soy un poco abandónico para los afectos). Y flores, a domicilio, como sorpresa para cuando se despierte. Qué raro, ya pasó el mediodía y no me llega ni un mensaje de agradecimiento (después supe que pensaban que había mandado las flores porque no iba a ir). Sorpresa! Fui. "Hola Padrino! No te reconocí, como hace tantos años que no te veo, pensé que eras tu hermano". Ok, lo acepto, me lo merezco. De ahí a Maschwitz, para que la Berta no se vuelva sola a casa.

"No te quedás a almorzar mañana". No mamá, quiero volver a casa antes de que se ponga a hacer mucho calor. "Uh, bueno, pero despertame cuando te levantes, así desayunamos juntos". Bueno, Ma. A la tarde voy a ir a ver a Naty. El Sanatorio donde está con la nena queda a 30 cuadras de casa. Todavía no se le desinflamó el ganglio que tiene hinchado? No todavía no, pero el sanatorio es bastante lindo, tiene hasta un salón con juegos. Pero igual ella se quiere ir a su casa. Dice que quiere volver a su casa y meterse en la pileta. Pobre Juli. Pero pobre Naty también, se está comiendo un embole importante. Me acompañás que voy a ver a mi hermana? Esta con la nena en un sanatorio de acá cerca "Bueno". "Cómo estás Juli?". "Me quiero ir a casa, vos sos mala, te voy a pinchar toda, vas a ver, quiero ir a casa. Culo!". "No se dice eso Juli!".
"Me gustó acompañarte a ir a visitar a tu hermana y tu sobrina"

Lunes. 7:05. Faltan 10 minutos para que suene el despertador. Pero igual me levanto.
La frente se me cae a jirones.

Diciembre.

Muy Diciembre

miércoles, 4 de diciembre de 2013

A pie

Si me apaga la ciudad
Y me enciende atardecer
Si atardece la ciudad
Si anochece al parecer
No soy más que un duende más
A punto de desaparecer

Si se filtra un jazz
Desde el tímpano hacia atrás
Clavándose en el tálamo
Gota ácida en la espalda
Sinapsis en el páramo
Y humo cervical

Y no soy ya mucho más
Que un andar furioso más
Bajando raudo Santa Fe
Con tiempo que perder
Y urgencia por llegar
Sin saber muy bien por qué

Esquivando anonimatos
Navegando cebras y veredas
En diferentes formatos
De cuadrículas y esferas
Sin hallar remanso
Donde diluir la espera

(Tres pasos antes
De alcanzar la falleba
Avanzando llave en mano
Apuñalando la puerta...)

viernes, 22 de noviembre de 2013

Sound of Music (3)

Estreno, Presentación, Meta y Culminación como hito del camino.

Llegó la función. Luego de la preparación, el ensayo y error de todo el año con el fin de llegar únicamente a este momento, finalmente llegaba el día...

(Pero, esperá un minuto, realmente al laburo de todo el año fue para llegar a la función? El objetivo de todo esto era preparar algo para presentar a fin de año?)
No, rotundamente no.

Esto que pasó durante todo el año fue recreo y refugio. Y fue más también.

Dicen los científicos que crecemos mientras dormimos. Como corolario, se puede decir que nosotros crecimos mientras soñábamos.

Para nadie fue un año fácil. Sé que para algunos no fue fácil, para algunos otros lo intuyo, y sé que seguramente no fue un año fácil para mí. Todos tuvimos cambios de los fuertes, sacudones de estantería, y algunos finales o principios que no fueron sencillos de digerir.

Y sé también que no hubiera sido igual si no hubieran existido estas noches de jueves. En absoluto. No para mí, ni para los demás que también estuvieron en este viaje.

Cuando la vida te golpea, te puede dejar apaleado, o te puede hacer más fuerte. Y si las cosas te salen bien, eso puede volverte arrogante y descuidado, o hacerte humilde e impulsarte a esforzarte más todavía. No entiendo ni voy a pretender entender que es lo que hace que cada uno saque lo mejor o lo peor en esas situaciones. Pero creo firmemente que de alguna manera todos sacamos lo mejor de lo que pasó en este año que pasó, y Sound Of Music algo tuvo que ver con eso.

Tal vez sea algo tan simple como que los árboles crecen más fuertes en grupo que solos en el llano.
En todo caso, gracias por ser parte de mi bosque.

martes, 22 de octubre de 2013

Estreno

Después de todo, antes de todo, en un segundo que no importa si vuela o si se extiende en la eternidad, el mundo frena un rato.

Frente a la estación de Mashwitz, en un cine derrumbado que un grupo de gente joven con la voluntad grande como el mundo entero volvió a levantar, hoy hay estreno. En la entrada venden pizza casera y gaseosas. Es de noche, pero no hay más techo que unas vigas de metal que resistieron estoicamente los años de abandono. No hace falta más nada, es una noche cálida de octubre, una noche de las lindas.

Se prenden las luces del proscenios, y los actores, gente del pueblo, entran al escenario. Y mi vieja entre ellos. La Berta se yergue con entusiasmo a prueba de todo. Y está bella y luminosa. Yo sé que seguramente yo la veo así porque es mi vieja, pero no me importa. Poco importa que este amor de nido me distorsione la vista o me la aclare. Agradezco el regalo de estar viéndola  tan bella, y se me traba un nudo en la garganta.

Y no me gasto en contener las lágrimas que de todos modos me brotan solas. No importa lo que pueda pensar el que piense algo. No me interesa explicarme a mí mismo por qué me abrazan estas ganas de sonreír y llorar al mismo tiempo, ni me interesa preguntarme porque parece tan lógico que ambas me convivan mezcladas en el pecho. Es un sentimiento, y nada más, que me atraviesa y se queda conmigo, y que me voy a guardar en el bolsillo, para cuando necesite acordarme de lo lindo que es amar a mi mamá.

jueves, 10 de octubre de 2013

Final del Día

Intento despejarte las sombras de la frente con mis dedos de uñas cortas. Trato de ver a través de las ventanas cerradas de tus ojos, que intentan ver a través de las ventanas cerradas de mis ojos. A veces corremos la cortina...

Algunos pensamientos te vuelan lejos, a otros mundos, otras tierras y otros tiempos, y algunos se posan en la palma de mi mano y hacen nido en el apretón de tu mano.

Con mi mano en tu pecho, cuido que a tu corazón no se le escape un sentimiento ni le entre una pesadilla. Aunque, de todos modos, no tengo antídoto contra mis propias pesadillas, y a veces los sueños me remueven el cuerpo y te despierto de una sacudón inconsciente en medio de la madrugada.

En el lazo entre tus brazos y los míos, la nena hace su cuna, y suspira profundo y con ruido. Se despide con un beso de lengüetazo, y si hace frío, esconde la nariz. Si hace calor, no dura mucho tiempo acuchada y al ratito nomás se aleja y se estira todo lo que puede a los pies de la cama.

Tenemos el sueño desparejo: tu vigilia dura hasta un buen rato después de que yo apagué mis luces, y yo me amanezco cuando a vos todavía te quedan un par de horas por dormir.

Algunas noches no querés quedarte solo y buscás mantenerme despierto. Pero los párpados y el cansancio me pesan, y aunque trate de mantenerme a flote, me hundo sin querer en la almohada, y ya no vuelvo hasta la mañana.

lunes, 7 de octubre de 2013

La vuelta

Un día, el Pelado volvió.

No sé si se había ido, o si estaba escondido o encerrado. Pero el tema es que yo no lo veía. Es posible que nunca se haya ido, que siempre haya estado acá, pero yo no lo encontraba. Lo estuve buscando mucho, con amor, con bronca, con miedo, ansiosamente y de todas las formas que se me ocurrieron, pero no lo podía encontrar. Cuanto más lo buscaba, más lo espantaba y más lo fastidiaba, y él más se escondía.

Me resigné a pensar que se había ido, a pensar que ya no volvería, porque tal vez nunca había existido: tal vez el Pelado del que me había enamorado era fruto de mi imaginación y de mis ganas, y cuando lo había dejado de imaginar, simplemente había dejado de existir. Intenté aceptar a la persona que había tomado su lugar, pero no llegaba a conocerla. La verdad se me mezclaba con la intención, la realidad con el cuento, y de tan escondido en sí mismo que estaba el Pelado extraño, tan lejos de mí hacia adentro se escondía, que por mucho tiempo me sentí sólo. Por lo que él me decía, él también se sentía igual. Nos habíamos vuelto viejos desconocidos que compartíamos soledades, pero no llegábamos a acompañarnos. Nos comunicábamos a fuerza de las charlas vacías de lo cotidiano, y despilfarrábamos discusiones en intentos estériles de entender por qué nos habíamos convertido en lo que nos habíamos convertido. Nos prodigábamos abrazos a mansalva, abrazos que se parecían mas al agarrotamiento del náufrago que se aferra a una tabla flotante, que a los abrazos que acercan pecho con pecho y alma con alma.

Pero un día, supe que había empezado a volver. Me costó creerlo al principio.

Empezó a volver una tarde que me esperó sentado en el sofá improvisado de nuestro patio/balcón, con la Pomarola hecha un ovillito en la falda. Me conto que había estado pensando mucho, y que no quería seguir con esto, que había tomado una decisión. Me dijo, cargado de angustia, "si no puedo parar, me voy a internar".

Y lo abrace, sin saber que esperar.

Pero se ve que el miedo a la resolución tan drástica que el mismo había tomado, lo hizo huir. Salió corriendo despavorido del escondrijo oscuro en el que se había escondido, y a tientas pero con firmeza el Pelado que yo conocía rastreo la huella de vuelta a casa, conmigo. Como el buzo que sin aire patalea hacia la superficie, o el minero que busca a los tumbos la salida de la cueva remontando un rayito de luz.

Y el itinerario de regreso no es fácil ni esta exento de dolor, ni tampoco hay mapas que seguir. Pero ya algunos destellos del Pelado que conocí se ven llegando a través de la neblina. Y no puedo estar más contento de lo que estoy por haberme quedado a esperarlo, y estar parado en el umbral viéndolo volver.

martes, 24 de septiembre de 2013

El Juego de los Días

En el juego de los días
la interminable partida
Por lo confuso se avanza
Por lo seguro desvía

Avanza por el tropiezo
Se frena cuando tranquila
Levanta vuelo y despega
Al paso de la caída

Se completa con las faltas
Se enriquece en carestía
Y cuando ya no hay nada
ya nada precisa

Y las dudas amamantan
vestigios de certezas
la verdades colman almas
al quebrar y abrir cabezas

Y en los miedos y las fobias
que en sus andas nos llevan
escapamos y en la huida
nuestro destino llega

(Por temer fuimos valientes
Al perder fuimos triunfantes
Por llorar quedan las penas
atrás, inocuas y distantes...)

viernes, 13 de septiembre de 2013

(No Sense)

Hoy escribiré vacío, queriendo decir nada, diciendo poco y nada.

Habrá que dar vueltas las palabras del revés, para mostrar que están huecas.
Habrá que dar el revés a la vuelta de las palabras, para ahuecar las muestras.
Dará que haber las huecas, para que volviendo a apalabrar las muestras, el revés... (¡¿?!)


Habrá que utilizar expresiones grandilocuentes y bordar una filigrana de retórica en los bordes del texto, para mostrar que todo es cáscara y poco contenido. Refutar, y rectificar o ratificar, en intrincados razonamientos dialécticos que se explican a sí mismos, para podar lo erróneo y descartar lo ilusorios, y quedarse con nada de nada.





Fingiré la rima
y en codo de frases
relataré disfrases
de lo que queda del día
Buscando compases
de ausente melodía
(para demostrar que,
tranquilamente,
puedo ser un hábil pretender,
y poner sobre la mesa
que la rima no hace la poesía,
y que ya hace rato perdí la rima,
y la métrica, y la metáfora,
y el ritmo, y a nadie le importa)

Intentaré cáridamente mostrar lo fútil de las palabras, que se deslivian infálidas, insignificantes, insignificadas, vacías de sentido, e igualmente deslivian.

Y la moraleja final, será que no hay moraleja ni la hubo, que leer hasta acá fue masturbación intelectual, en el onanismo estéril de las letras.

Y si algo te produjo llegar a leer hasta acá, no tuve nada que ver con eso.
(Porque, nuevamente, me escabullí en las entrelineas. Y nadie me vio.)

;)

lunes, 2 de septiembre de 2013

Vuelta

Alguien siente lo mismo que yo?
Serviría de algo si así fuera?
No es descabellado pensar que eso pueda ser posible?
No es lógico pensar que eso es posible?

Como fuera.
Ya estuve acá. Ya salí de acá. Y volví. La rueda me vuelve al mismo punto de la órbita, tan solo un poco más lejos del centro (o un poco más cerca?). Viajo en espiral, como siempre. Una aguja en un vinilo.

Las mismas situaciones, las mismas caras, los mismos ciclos repitiéndose, apenas un poco distintos. Y el mismo cansancio, un poco más tal vez, porque ese si se suma, no vuelve a ser igual.

Ojeando otros repertorios, pero escuchando siempre la misma canción, en loop.
Sabiendo que la partitura cambia levemente cada vez, y buscando vislumbrar un cambio profundo en lo sutil. Tratando de identificar la nota que me promete mañana escribir una canción distinta.

Y de tanto repetirse, apenas se escucha, la realidad se hace música incidental.

(La verdad suena sordamente, saliendo de atrás del telón de fondo: escondida de tan presente, en intento desganado de pasar desapercibida. No hace falta pretender que las cosas no son como son: simplemente, nadie está prestando atención)

La realidad intenta pasar desapercibida, a fuerza de repetirse. Se oye tan claramente como el tráfico del otro lado de la ventana, pero no se escucha. Es un ruido monocorde, que te duerme en lugar de despertarte.

Y me duermo una de mis siestas largas de ojos abiertos, en espera de que la púa salte y cambie de surco.

jueves, 29 de agosto de 2013

Lima - Día 16 (del Cumpleaños de Maritere, y Todo Lo Que Pasó Hasta Acá)

Última noche en Lima. Por esta vez.

Acá en la oficina de Lima, al terminar el día, le festejamos el cumpleaños a Maritere, la administrativa de la sucursal de Perú. Trajeron un globo, torta con velitas, firmamos una tarjeta, y le cantamos Las Mañanitas, el Happy Birthday y el Feliz Cumpleaños (por lo que vi, acá en Perú cantan todo junto). Yo, cantando a los gritos, como siempre. Después, cada uno le dedicó a Maritere unas palabras, y ella se emocionó y nos agradeció. Yo le agradecí ser la persona que se ocupó de mí en mi estadía en Lima, y darme la tranquilidad de saber que en cualquier momento podía llamarla y contar con su auxilio.

Fue lindo. Fui parte.

Antes de viajar, alguien me dijo "viajar es lo mejor que te puede pasar!". Yo pensé "está en pedo".
Para mí, viajar por trabajo significaba un paréntesis en mi vida. Estar en otro lado mientras mi mundo seguía su curso en Buenos Aires. Era dejar mi vida de todos los dias en suspenso mientras me hacía cargo de responsabilidades que no quería pero que tenía que asumir.

Y lo cierto, es que acá también tuve vida. Acá también pasaron cosas.

Tardé en llegar: el alma me llegó a Perú unos días después de haber bajado del avión, como un equipaje que se me hubiera perdido en el aeropuerto.
Cuando llegó, cuando estuve acá completo, las cosas empezaron a sucederme (las cosas sucedían de todas maneras, pero no me sucedían a mí: me pasaban de largo).

Me encontré con María, que me contó su historia de Angelito y sus batallas de madre, y entendí que si hay por ahí almas tan bellas como esa, uno nunca está realmente solo.

Estuve en el cumpleaños de un ecuatoriano con su novia y sus amigos colombianos, y me encontré ante lo insólito de matarme de risa entre extraños y con extraños. Sentí que uno no es tan extranjero en ningún lado, si vas con la cabeza abierta.

Tuve charlas interesantes con compañeros con los que laburo hace año sin nunca tener una conversación personal, y vi que ellos también sufren estar lejos, y extrañan como extraño yo. A ellos también les cuesta aceptarse como peones de una partida en la que de pronto un enroque te hace cruzar el tablero y te deja lejos de casa.

Pude hablar con mi jefe, y escuchándolo sin juzgarlo, me di cuenta de que en el fondo no es mal tipo, y que yo también puedo estar muy equivocado en lo que pienso de él,

Caminé por los lugares que conocía y los redescubrí. Caminé por calles que no conocía y gané terreno.

Fume solo y a oscuras mirando el mar de lejos, y de estar callado y solo finalmente me pude escuchar un par de verdades.

Y de tanto mirar de lejos y extrañar, gané perspectiva, y casi pude ver el cuadro de mis días de lejos y apreciar el aspecto general.

Qué se yo, nada en limpio. Pero algo se movió. Y eso tal vez sea bueno, porque me sentía estancado.

Si, se extraña, y mucho.
Si, cuesta, y mucho.
Pero estar lejos puede tener sus cosas buenas.
Y puede ser que, en determinados momentos, viajar sea lo mejor que me puede pasar.

lunes, 26 de agosto de 2013

Lima - Día 13 (de Vivir Como un Cactus)

Hoy me pasó algo trascendente. Hoy me encontré con un par de videos. Publicados en Facebook.

(Leo esto desde afuera, y pienso "si lo trascendente que le pasa en la vida a este pibe es ver un video compartido en Facebook, su vida debe ser tan apasionante como la de un cactus". Ya voy a llegar a este punto.)

El primer video, por la mañana, fue el video de Neil Hilborn. Neil es un poeta de unos 25 años, con Trastorno Obsesivo Compulsivo, que fue filmado durante la final de un concurso de poesías en algún lugar de Minnesota. Es un poema de amor, dónde cuenta, sin saltear ninguno de sus tics, como se enamoró de una chica, y como la perdió, cuando ella no pudo sobrellevar el hecho de convivir con alguien en su condición:

"La primera vez que la vi…
Todo en mi cabeza se silenció
Todos los ticks, las imágenes constantes desaparecieron.

Sabía que debía hablar con ella

La invité a salir seis veces en treinta segundos.
Ella dijo que sí después de la tercera,
pero ninguna de las veces que pregunté se sintió bien así que tenía que seguir haciéndolo.
En nuestra primera cita,
pasé más tiempo organizando mi comida por colores de lo que pasé comiéndola o hablando con ella.
Pero le encantó.
Le encantaba que tuviera que besarla para despedirme 16 veces, o 24 si era miércoles.
Le encantaba que me tomaba todo el tiempo caminar hacia casa porque había muchas grietas en la banqueta.

Cuando nos mudamos juntos ella dijo que se sentía segura,

como si nadie nos fuera a robar porque definitivamente había cerrado la puerta 18 veces.
Yo siempre veía su boca cuando hablaba–
Cuando hablaba–
Cuando hablaba–
Cuando hablaba–
Cuando hablaba;

Cuando me dijo que me amaba, su boca se curveaba hacia arriba en los bordes.

En la noche ella se acostaba en la cama y me veía apagar todas las luces, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas, y prenderlas, y apagarlas.
Ella cerraba los ojos y se imaginaba que los días y las noches pasaban frente a ella.

Algunas mañanas empezaba a besarla para despedirme y ella sólo se iba porque estaba haciéndola llegar tarde al trabajo.

Cuando me detenía en las grietas de la banqueta ella seguía caminando.
Cuando me decía que me amaba su boca era una línea recta.

Me dijo que estaba tomando mucho de su tiempo.

La semana pasada empezó a dormir en casa de su madre.
Me dijo que nunca debió dejarme apegarme tanto a ella; que todo esto fue un error,
pero… ¡¿Cómo podría ser un error que no tenga que lavarme las manos después de tocarla?!

El amor no es un error y me está matando que ella pueda salirse de esto y yo no.

No puedo–
No puedo salir y encontrar a alguien nuevo porque siempre pienso en ella.

Usualmente, cuando me obsesiono con algo, veo gérmenes escabulléndose en mi piel.

Me veo a mí mismo siendo atropellado por una infinita línea de coches.
Y ella fue la primera cosa hermosa en la que alguna vez me he estancado.

Ahora sólo pienso en quién más está besándola.

No puedo respirar porque él sólo la besa una vez­– ¡No le importa si es perfecto!
La quiero de regreso tanto que…
Dejo la puerta sin cerrar.
Dejo las luces prendidas”.

http://www.youtube.com/watch?v=lFEjP-uEIyU

El segundo, es un video sobre Carly Fleischmann, una chica de 14 años, de Toronto. Ella es autista. Pasó  toda su infancia aislada en su mundo, sin poder comunicarse. A pesar de las miles de horas de terapia que sus padres le procuraban, no se observaba una evolución. Hasta que a los 11 años la sentaron frente a una computadora, y empezó a escribir. Eso fue un avance extraordinario para ella, ya que finalmente empezó a comunicarse con alguien más, aunque le llevó varios meses llegar a hacerlo fluidamente:

"Tú no sabes lo que se siente ser yo, cuando no te puedes sentar quieta porque sientes que tus piernas se están quemando, o sientes 100 hormigas trepando por tus brazos. La gente me ve y asumen que soy tonta, porque no puedo hablar. Qué quiero? quiero ser como cualquier otro niño, pero no puedo, porque soy Carly. Tengo Autismo, pero eso no es quién soy. Tomate el tiempo de conocerme antes de juzgarme. Soy linda, graciosa, y me gusta divertirme.

Golpeo mi cabeza porque si no lo hago siento que mi cuerpo va a explotar. Es como cuando agitas una lata de Coca Cola. Si pudiera pararlo, lo haría, pero no es como bajar un interruptor. Es una forma que tenemos de drenar todo lo que entra por nuestros sentidos que nos sobrecarga todo el tiempo, creamos emisiones para bloquear todo lo que entra. Nuestros cerebros están cableados de forma diferente, absorbemos muchos sonidos y conversaciones a la vez, veo cerca de mil fotos de la cara de una persona cuando la veo. Por eso nos es tan difícil ver a alguien a la cara.
"

http://www.youtube.com/watch?v=-TMOcoaxmeM


Fue fuerte ver eso. Reconocía esa angustia ante la incapacidad de vincularse con los demás, y la lucha por afrontarlo, de alguna manera, de la que fuera.

Los vi a ellos, cargando con sus tragedias, pudiendo hacer muy poco para resolverlas, y me vi a mismo mirando videos en Facebook. Conmoviéndome por esos videos como pocas veces me conmuevo por algo en la vida real. Sintiéndome identificado con eso, y también siendo consciente de lo estúpida que es esa identificación: ellos están encerrados, no pueden salir; yo estoy encerrado, pero yo cierro mi propia puerta.

Me reconocí estúpido, me reconocí escudado y aislado como si hubiera un miedo dando vueltas. No entendí miedo a qué.
Me reconocí expectante, como esperando algo. No entendí esperando qué.

Esperando qué?
Que llegue qué?
Que llegue quién?
Esperando a aprender qué?
Esperando a saber qué?
Esperando a entender qué?
Con miedo a que pase qué?
Con miedo a quién?

A nada.
A nada...

Quejándome de todo lo quejable, lamentándome de todo lo lamentable, añorando lo que me falta aun sabiendo conscientemente que nacemos, vivimos y morimos incompletos, y así está bien.
Mi vida está allá afuera, y yo esperando nada, con miedo a la nada, acá sentado y encerrado, mirando videos por internet.

Voy a salir, hasta luego.
(Pero voy a salir de adentro mío, y no tengo intenciones de volver: allá afuera está muy bueno)

martes, 20 de agosto de 2013

Lima - Día 8 (de la Bronca que me Producen Ciertos Prejuicios)

El prejuicio me deja un sabor particularmente feo.

No voy a rasgarme las vestiduras ni bañarme en moralina acerca de esto: cargo con mis propios prejuicios, y algunos los reconozco y otros no. Algunos los controlo, y otros no. En todos los casos, trato de escaparles. Cuando me encuentro con prejuicios propios, los reviso, me fijo que  alcance tienen, y trato de convencerme de que es estúpido hacer juicios previos.

Porque el prejuicio es justamente eso: hacer un juicio previo. Previo a qué? Previo a la realidad.

Creo que naturalmente formamos prejuicios. Cuando no conocemos algo (o a alguien), necesitamos hacer encajar eso desconocido en nuestro estrechísimo esquema mental. Necesitamos clasificar, etiquetar, compartimentar y asignar características en consecuencia. Pasa, aunque no queramos, sin que nos demos cuenta la mayoría de las veces.

Lo jodido es no revisarlo. Lo jodido es no exponer nuestros prejuicios a la prueba y el error. Dictar sentencia (a favor o en contra), sin exponer los cargos a las evidencias de la realidad.

Ahí nos volvemos necios. Nos aferramos tercamente a nuestra posición, y proclamamos a los cuatro vientos que la realidad está equivocada, porque no coincide con lo que (bien nosotros sabemos) es la verdad.
Cuando tomamos esa postura, es más importante tener la razón que todo lo demás. Y ese "todo lo demás", incluye invariablemente a la otra persona. Nos convertimos, básicamente, en soretes.

En la oficina de Lima, a donde vine a trabajar estas semanas, tengo un compañero que se llama Jaime. Es un tipo buenísimo, como no conozco muchos. Siempre está de buen humor, siempre está para ayudarte, y le sobra voluntad. Eso describiéndolo como persona: como laburante, es un tipo sumamente trabajador que le gusta mucho lo que hace, y no parece molestarle lo más mínimo quedarse hasta las 11 de la noche trabajando, o terminar algo un domingo. Tiene además un conocimiento técnico muy importante, es perseverante para buscar soluciones, y se puede hacer cargo de varias cosas al mismo tiempo.
Digo esto siendo que trabajo con él, en persona o a la distancia, desde hace 4 años. Reconozco, con la mayor objetividad de la que soy capaz, que es mejor consultor que yo (no lo digo con falsa modestia: no soy modesto en absoluto, pero reconozco mis falencias y son bastante más que la de Jaime).

Sin embargo, nuestro jefe, por los motivos que fueran, no piensa lo mismo. Sospecho (puedo estar equivocado) que tiene que ver con que Jaime es peruano y yo soy argentino. O que yo soy más inestable, y eso le debe hacer suponer que yo tengo carácter y él no. Realmente no sé qué es. Pero tengo la certeza de que las anteojeras de nuestro jefe no le permiten ver a Jaime tal cuál es.

Antes de que yo viajara, Jaime ya había estado trabajando en un proyecto que vamos a llevar a cabo junto con otras personas. Esta mañana recibo un mail de mi jefe:

"Te pido que Jaime no tome decisiones ni que opine, que vea por ahora y escuche y si algo no se entiende que te diga o le preguntas, porque si no tendremos las cosas como 'Jaime' las vio e implemento y la verdad no sirve(...)"

Termina su mail escribiendo, muy piadosamente:

"No copio a Jaime en este mail para que no se ponga mal"

.
.
.

Tenía mucho que decir sobre esto. Tenía mucho que contestarle a mi jefe. Pero decidí no decírselo por mail: hay cosas que prefiero decirlas en persona, a mi propio costo y riesgo. De un tiempo a esta parte, no tolero callarme cuando siento que hay cosas que no son como corresponden.
Descalificar el trabajo de uno de tus empleados, y decir que no sirve sin haberlo visto siquiera.
Pedirme que no lo deje tomar decisiones ni opinar, como si yo fuera una especie de gurú con la verdad absoluta acerca de algo.
Pedirme que convierta a un compañero mío, a una persona que respeto y aprecio en un simple espectador pasivo.

Siento que esas son cosas que no corresponden. Y sinceramente no creo que sirva para nada que yo se lo diga a mi jefe: no creo que mágicamente se la vaya a permeabilizar la mente y el entendimiento por obra y gracia de mi oratoria. Pero yo necesito decírselo. Necesito dejar en claro que no estoy de acuerdo, necesito no quedarme callado. De alguna manera, siento que se lo debo a Jaime, pero sobre todo me lo debo a mí, y a mi endeble concepción de lo que está y de lo que está mal.

(Eso de callarme la boca, no me sale muy bien, que digamos)

lunes, 19 de agosto de 2013

Lima - Día 6 (de Parapentes)

Fin de semana: Tiempo libre, así que tenía que buscar cómo llenarlo.
En una época venía seguido a Lima, así que conozco la parte de la ciudad que está cerca del departamento donde me alojo. El sábado me fui a Parque Kennedy y las ferias incas, y el domingo caminé la costa. Saqué fotos, como me pidió la Berta, y lo cierto es que estuvo bueno como plan: editar fotos me mantuvo entretenido las horas del finde que estuve en el departamento.

Domingo por la tarde, y ya no tenía nada por hacer. Estaba fresco, y no tenía ganas de salir, así que me dediqué a mirar la vida desde el balcón. En eso aparecieron los parapentes.

La costa por estos lados, es una larga cadena de acantilados altos, en dónde el viento del mar asciende y riega de rocío las plantas rastreras que suben por las laderas. Es un lugar ideal para practicar parapentismo.

Recortados contra el cielo siempre blanco de Lima, se dibujó en el horizonte una bandada de 8 o 10 parapentes que como aves migratorias volaban a lo largo de la línea de la costa. Hombres colgados de telas angostas y finas, sostenidos por cuerdas tan delgadas que se desdibujan en la resolana, dejándose llevar por el viento, jugando con el viento. Algunos, los más experimentados, saben poner su ala en forma vertical y descender haciendo tirabuzones hasta cerca de estrellarse contra la playa, y ascienden a último momento.

Estuvieron un buen rato girando casi a la altura del balcón, y estuve tentado de ir a buscar la cámara para sacar una foto de ese momento surrealista. Pero me resistí, entendí que si eso estaba pasando, era para que lo viviera ahí, en ese momento, no importaba que quedara registrado para después.

Nunca me animé a subirme a un parapente.
Eso, es muy parecido a la libertad. No estar sostenido por nada, que no haya piso bajo tus pies, apoyarse en el viento y entregarse a él, disfrutar ese trayecto. Callar o ignorar a los miedos que nos dicen que los hombres nacimos pedestres, incluso hacerse amigo de los miedos. Volar, sabiendo que fuimos hechos para caminar.

No me animo a eso. No me animo a volar.

Me costó dormirme, tenía un dolor clavado en el medio de la espalda. Justo en el lugar donde estarían mis alas si las tuviera.
Soñé con submarinos.

viernes, 16 de agosto de 2013

Lima - Día 3 (de María y su Angelito)

Y de nuevo, el escribir me llena el vacío de no tener nada por hacer.
El vacío de no tener nadie con quien estar.
El vacío de no tener nadie con quien hablar.

Puede parecer ya este comienzo una cucharada de autocompadecencia. Puede que lo sea. Pero no es solamente eso.

Estoy solo, en un piso 15 de una ciudad que no es la mía, sin nadie con quien hablar, y nadie a quien escribir. Se siente como estar en medio de un planeta desierto, o como ser el único extraterrestre entre terrícolas. Y no se siente tan mal.

Salí al balcón, a mirar el tiempo con un cigarrillo (el único que fumo en el día) y a dejarme inundar por el gris de la noche sin estrellas de Lima, absorbiendo por el filtro un poco del ubicuo aire húmedo del Pacífico.

Hoy fue un día.
(Iba a decir un día raro, pero no quedaba bien.
Iba a decir un día más, pero hubiera sido mentira.
Iba a decir un día menos, pero no pensé en eso en realidad)

Hoy, solo fue un día.

Llegué a la oficina muy temprano, y toqué el timbre. Solamente estaba la señora que limpia la oficina, la misma señora que limpiaba la oficina anterior, cuando hace 3 años vine por última vez a Lima. Se acordó de mi al instante, a mí me llevó un par de segundos.

Es una señora pequeña. Es pequeñita, bajita, menudita, siempre con una sonrisa, siempre con una charla en los labios para ofrecerte. Me contó de su Angelito.

La última vez que vine, Ángel, su hijo, estaba por ser operado, una más de todas las operaciones que tuvo que  soportar en su vida. Nació con una padecimiento muy raro, por el cual su colon no estaba desarrollado cuando nació, y nunca se desarrolló. Ha vivido en hospitales por muchísimo tiempo, y convive con naturalidad con una bolsa de colostomía adosada a su vientre. Y por lo que ella me cuenta, es un Angelito comprador. No lo dudo, siendo hijo de ella. Me cuenta que creció después de la operación, porque su salud mejoró y pudo pegar el estirón. Me cuenta que ya tiene 16 años, que quiere una longboard, que le encanta dibujar y anda haciendo grafittis en las paredes del barrio. Me cuenta que ella no tiene ni siquiera la cobertura estatal, porque ella esta separada de su padre, y su padre no se digna a ponerlo dentro de su cobertura de salud. Me cuenta que cuando quisieron anotarlo como "indigente", para darle cobertura social, no lo aceptaron, porque en el sistema aparecía que su padre si tenía cobertura. Me cuenta que le falta una operación más. Me cuenta que ella también se enfermó, aplastada por el stress y los problemas, y que pasó por una depresión. Me cuenta que a veces tiene ganas de bajar los brazos, pero no lo hace, porque es madre, y las madres siempre siguen luchando.

Por qué cuento esto? Por qué cuento esta historia de María y su Angelito?
Porque María me vió después de 3 años y se acordó de mi nombre, aunque yo tardé unos minutos antes de acordarme del suyo. Porque María me abrió el corazón y me contó de sus alegrías y sus pesares, simplemente porque sí, porque por el mundo hay almas bellas como la de ella, que se brindan en lo bueno y en lo malo sin pudores. Porque, si hay Marías en el mundo, entonces no estamos tan solos.

Y ella con una sonrisa, me manda saludos para un compañero de trabajo que en un viaje le trajo una pelota de fútbol a Angelito. Y me pide que le cuente todo esto que ella me contó, porque sabe que se va a poner contento de saber que Angelito está bien.

Pienso entonces que los que estamos solos es porque, como yo, nos quedamos encerrados mirando el mundo desde un piso 15, y eso es una decisión.
Pienso que no necesariamente estar solos es una mala decisión, porque sin ruido es más fácil escucharse.
Pienso que se puede estar solo rodeado de gente, se puede estar solo incluso charlando y participando de una conversación. Y no hace falta irse a otro lado para estar solo. Y no pesa tanto tampoco estar solo cuando no hay nadie cerca, y lo único que que nos queda es convivir con nosotros mismos.

Hoy fue un día.

jueves, 15 de agosto de 2013

Lima - Día 2 (de Partidas, Llegadas y Esas Cosas...)

Toda una eternidad me llevó llegar hasta acá. Una eternidad cortita, esos tiempos muertos que se hacen larguísimos de aburridos. Doce horas entre aeropuertos y aviones. Ezeiza - Guarulhos - Lima.

En realidad, me llevó mucho más. Lo vengo sufriendo desde que supe que tenía que viajar.
Esa manía mía de sufrir las cosas antes de tiempo.
Esa manía mía de sufrir al pedo.

Lo cierto es que, una vez subido al avión, ya en el aire, ya la suerte estaba echada. Y eso me deja tranquilo. Ya la expectativa caducó, entró en vigencia la realidad. No deja de ser reconfortante, de alguna manera.

Es como cuando te estás por tirar a nadar en el agua fría. Ya sabés que el agua está fría. Sentís el frío desde antes de sumergirte, ya los pelos de la nuca se erizan antes de que toques el agua. Y la espalda se contrae, y te recorre un escalofrío que duele. Pero, en algún momento, por decisión o empujón, te tiras al agua. Y todo eso frío que era expectativa se vuelve realidad. Y se hace tolerable. Puede que el agua esté más fría o menos fría de lo que te imaginabas, pero seguramente el frío real es más tolerable que el imaginado, por el simple hecho de que es cierto.

Y acá pasó lo mismo. Me hacía malasangre por este alejamiento forzado, pero una vez sumergido en el cielo, cuando pasas la primera capa de nubes y la tierra se te pierde de vista, ya está. La partida es real e irreversible, por el momento. El único plan posible es seguir para adelante, hasta que la rueda gire otra vuelta y me lleve de nuevo a casa.

Solo queda estar acá en Lima. Estar en el sentido completo de la palabra: estar presente, haciendo lo que vine a hacer, y pasarla lo mejor posible en el intento.

Si se quiere, pensar también que las distancias pueden ser buenas, porque dan perspectiva.
Dejando que la mente vuele un poco a Buenos Aires en algún ratito libre, porque está bueno saber que uno extraña su lugar y su gente, y está bueno saberse extrañado. No es tanto tiempo, 16 días pasan rápido, cómo rápido pasaron otras ausencias en otros tiempos.

El Budismo dice que todo lo que nos pasa trae algo que tenemos que aprender.
Será...?

lunes, 12 de agosto de 2013

3... 2... 1...

Estás ahí, parado al borde del trampolín.

Todo auditorio está esperando el salto, los jueces se preparan para evaluarte, y el público se divide entre aquellos que esperan que hagas un salto impecable, y los otros que ansían que te estroles contra el borde de la pileta. Se siente la expectativa en el aire, el silencio es palpable, nadie está pendiente de otra cosa que no sea vos.

Estás esperando la señal.
No sabés a que altura está el trampolín.
No sabés qué salto vas a hacer.
No sabés siquiera si hay agua en la pileta.

En el fondo, sabés que no estás preparado para saltar. Una voz, desde lo más profundo, te repite que no deberías estar ahí. Dentro de tu cabeza, escuchás un grito lejano que te implora con desesperación que te bajes, que es tu última oportunidad para huir, que corras por tu vida, antes de que sea demasiado tarde.
Otra voz, más firme, te ordena tajantemente que te quedes a enfrentar lo que se viene.

Pensás:
y si miro hacia abajo, y me da vértigo?
y si me reviento de un panzazo contra el agua?
y si caigo mal y dejo un testículo enganchado del borde del trampolín?
y si no hay agua?
o, lo peor de todo: si caigo mal y todos se ríen de mí?

Muy dramático todo.

Lo cierto es que, en realidad, nadie mira, todos están muy ocupados, cada uno en sus cosas.
Para los jueces, sos uno más en una larga fila de tantos, y ya se han aburrido hace rato de ver gente saltar.
Puede que sepas saltar, o puede que no; puede que seas bueno en eso, o puede que no; pero cuando estés en el aire, poco va a importar: la gravedad va a hacer su trabajo.
El trampolín no está tan alto, ni tampoco es el primero desde el que saltás. Si hacés memoria, seguro que saltaste de algunos mucho más altos, hace ya tiempo.
Y claro que hay agua, siempre hubo agua. Por eso seguís acá: si alguna vez la pileta hubiera estado vacía, ni siquiera podrías estar ahora subido a este trampolín.

Y si caes mal, y alguien se ríe, tanto mejor (aunque sabés que nadie se ríe en estos casos).

Así que respirás hondo, estirás la espalda y

3...

2...

1...

...

miércoles, 7 de agosto de 2013

Jodido

Cerrar la boca, y abrir la cabeza.
Ponerse de pie, respirar hondo, y empezar a caminar.
Caminar con el alma a ciegas, sabiendo que tropezar y caer es parte del viaje.
Curarse las heridas, para hacerse más fuerte y permitirse ser más débil.
Caer para levantarse.
Romperse para rearmarse.
Sangrar para cicatrizar.

Perder todo para saber cuánto vale.
Perder todo para no necesitar nada.
Perder todo para saber que, en realidad, nunca se ha tenido nada.

Patear el tablero, y perder las piezas.
Aprender a jugar sin torres ni caballos.
Jugar sin estrategia ni plan.
Mirar el tablero, cada vez, como si fuera la vez primera.
Olvidarse de lo que pasó hasta acá.
No esperar nada para después.

Eso puede desgarrar cualquier corazón.
Todo eso, apalea el corazón, y lo deja blando.
Todo eso, tal vez, haga que sea más fácil sentir.
Todo eso, tal vez, haga que sea más doloroso sentir.

Vivir duele.
Lo jodido es hacerlo, aun sabiendo que va a doler.
Lo jodido es apretar los dientes y meterse de lleno en la oscuridad de la incertidumbre, sabiendo de antemano que se saldrá lastimado.
Lo jodido es arrojarse a lo que viene sin paracaídas, paravalanchas ni red.
Lo jodido es ni siquiera poner las manos ni cerrar los ojos cuando ves que abajo tuyo se va acercando rápidamente la realidad.

Y entonces, para tener un trozo de alegría, hay tres opciones:
Ser boludo
Ser sabio
O ser masoquista

(Tampoco estoy seguro de que sean opciones, tal vez las tres cosas sean lo mismo)


Vos cuál de los tres sos?

martes, 6 de agosto de 2013

Las cosas se mueven solas

Ir, venir, llegar, partir.

Después de romperte la cabeza en el borde de la sartén, y freírte las ideas en abundante aceite, resulta que en un pase de mango la tortilla se da vuelta y todo cambia otra vez.
Después de llorar a los gritos pero a escondidas, y exhibir impúdicamente la más fiel cara de exhausto, un día llega Agosto, y al almanaque se le cae un mes.

Y como soplada por el viento, se da vuelta la hoja, las cosas cambian solas. Después de haber despilfarrado dolores de espalda tratando de hacer que las cosas cambien, cuando por fin te das por vencido y te entregas a una pacífica depresión, cuando aceptás lo que es y te resignás a lo que no es, entonces ahí, sin más, las cosas cambian.

Asoma un sol por la ventana que te arranca el pulover y te sacude el frío. De pronto, lo que era ya no es, y lo que parecía que no estaba, reaparece. Después de dar vueltas entre voy y no voy, entre me quedo y me voy, a la fuerza y de repente me suben a un avión en pleno Martes 13. Con dos alas de metal me abren un paréntesis de 16 días en la vida, carreteando rumbo al Alto Perú.

El humano flota, así que, si te estás hundiendo en el río, hacer la plancha puede ser una buena opción. El río sabe para dónde va, sin que vos digas ni hagas nada. El sol sabe por dónde salir. Las agujas del reloj saben para dónde girar, y siempre están donde tienen que estar. Las hojas del almanaque se caen solas.

Y uno, como un boludo, tratando de empujar el tiempo, queriendo torcer caminos, creyéndose capaz de cambiar a la gente. Como un boludo, dando manotazos de ahogado, y respirando agua hasta por las orejas, cuando solamente había que relajarse y dejarse flotar. Las cosas se mueven solas, para bien y para mal, pero inexorablemente.

viernes, 26 de julio de 2013

Días de Sol

Un mate en el pasto, una mañana de sol. Los pies descalzos, y los ojos encandilados por un cielo demasiado claro.

Olor a sábanas limpias, en una habitación ventilada, con el sol entrando por una rendija, despertándome a la mañana.

Una maceta con tierra húmeda, y una planta por plantar. Las manos llenas de barro, y el culo en el piso frío de baldosas, en el patio.

El olor a pasto recién cortado, el humo de un asado, las uvas colgando de la parra, sobre mi cabeza.

Una noche que se hace madrugada, sin soltar de golpe la tibieza de la tarde, con algún vino, o cerveza, o nada, mantenido despierto a fuerza de charla viva.

Ensayando encendido una escena que se pone intensa, sintiendo el flujo de eso indescriptible que pasa cuando lo real pasa, en una tarde donde el sol se retrasa en irse.

Un sábado a la mañana en la facultad, o esa misma mañana sentado en el bar frente a un café, corrigiendo, o preparando una clase, mientras el día se despliega despacio entre los edificios, protegido por el tacto reconfortante de las hojas de cuaderno.

El olor de la gorda recién bañada, tirada al sol, mordisqueando aburrida un juguete y mirándome de reojo.

Viajando en auto con la ventanilla baja, viendo correr las líneas del asfalto al lado mío, en esas rutas rectas de cualquier lado que se pierden en el horizonte más allá de dónde me llega la miopía.

Luchando rendidamente contra la correntada, remando en un bote que flota medio a la deriva por el río, con las plantas de la costa dejándome hojas sueltas en el pelo.

Sintiendo el olor que sale del horno, mientras revuelvo en la sartén, y los olores se mezclan y se maduran en la cocina.

Con el diario del domingo en el patio de ladrillos de mis viejos, con los escones de la Berta, y el pulular de su charla cortando el ruidito discreto (disfrazado de silencio) de pájaros, bichos y perros.

Caminando perdido por que si, en la vereda del sol, pispeando libros en las librerías a la calle, o dejándome perder entre los puestos de artesanías, queriendo descubrir desprevenido aquello que el artesano puso en cada pieza.

En un banco de plaza con música en mis orejas y un libro entre las manos, perdido y más encontrado que jamás.

Te extraño, Septiembre.

miércoles, 24 de julio de 2013

Cansado

Estoy cansado de hablar; de decir; de buscar las palabras; de pensar una y otra vez: de buscar la forma de que me entiendan.

Estoy cansado de buscarle la vuelta; de intentar comprender cuál es la mejor manera; de intentar comprender: de buscar la manera de que, por esta vez, las cosas me salgan como yo quería.

Estoy cansado de no estar bien; de estar confundido; o triste; o enojado; o indignado: de buscar el modo de estar bien y que eso dure.

Estoy cansado de que no pasen las horas; los minutos; los días; los años: de buscar la forma de llenar el tiempo de sentido.

Estoy cansado de no encontrar en los demás lo que necesito de ellos; de no encontrar en mí mismo lo que me falta y no encuentro: de buscar la manera de ser un tipo feliz, bueno, y sano.

Estoy cansado de lidiar con los temas de los demás; de lidiar con lo peor de los demás; de intentar aceptar, comprender y que no me salga: de buscar el modo de que relacionarme con los demás no duela.

Estoy cansado
de buscar
y no encontrar.

miércoles, 17 de julio de 2013

Sacrificio

La gente no cambia por amor. Y cuando uso el impersonal término "gente", en esta oportunidad me doy la licencia de meterme yo mismo en esa gran bolsa de gatos.


Cuando la gente dice cambiar por amor, todo alrededor se desvirtúa. La gente no cambia por amor, sino que "hace sacrificios" por amor. Y el sacrificio trae de la mano a su hijo el resentimiento. Hice esto, porque vos me lo pediste, o porque vos esperabas que yo lo hiciera, y lo hice aun cuando yo no quería hacerlo. Y por haber hecho este sacrificio, espero que me recompenses. Pero vos no me reconocés el sacrificio, considerás que es algo que yo debía hacer. O ni siquiera tenés registro de mi sacrificio.
Pero más allá de eso, así te dieras cuenta de mi sacrificio y me lo agradecieras, tampoco importaría: hice algo que no quería hacer, o evité hacer algo que sí quería, o acepté algo que no quería aceptar, y lo hice por vos. Y eso genera resentimiento.

El resentimiento va juntando cuentas en el ábaco de los saldos pendientes. Eso que se acumula, queda ahí para ser cobrado más adelante, de diferentes maneras. Surge como el enojo acumulado que descargo contra vos cuando tengo oportunidad, o como broncas que algún día somatizaré en alguna parte del cuerpo, o como pequeñas y grandes venganzas que voy a cobrándome estúpidamente, creyendo tal vez que esos viles resarcimientos de alguna manera me van a brindar algún tipo de satisfacción.

Y cuando ya no es sostenible, cuando ya no puedo seguir siendo quien no soy, entonces miento, oculto, transgiverso, me escapo, cualquier cosa con tal de evitar eso que pasa cuando te das cuenta de que no cambié, de que sigo siendo quien siempre fui.

(Y desde un principio, todo esto pasa porque quería evitar por todos los medios que vos te des cuenta de que yo no soy quien vos querés que yo sea.)

No cambié en realidad, simplemente traté de mostrarte la versión de mí que vos querías ver. Fingí ser quien vos querías que yo fuera. Pero, como consecuencia, solamente saqué a la luz a la peor versión de mí. Mi costado más mezquino, más egoísta, más estúpido si se quiere.

Conozco bien esta historia, porque estuve de los dos lados de la historia. Sentí resentimiento, y también lo provoqué. Hice sacrificios, y pedí sacrificios. Y de esa manera, conocí la peor parte de la otra persona, y la peor parte de mí mismo.

Me descubro intentando conseguir de los demás aquello que no tienen para darme. Y me veo exprimiéndome, tratando de sacar aquello que esperan de mí pero no tengo. Nada genuino puede salir de todo esto.

Cómo se sale de este círculo?

Escucho montones de voces hablando de aceptación, desapego, perdón, fe, paciencia, comprensión, contención, amor. Hablando de montón de conceptos que suenan tan bellos como efectivamente deben ser cuando uno los encuentra en la realidad. Pero mi voz, la mía, la que me sirva a mí, la respuesta a mí pregunta, todavía la estoy buscando.

viernes, 12 de julio de 2013

Y si...


Y si estuviera equivocado, en todo lo que fui, desde el principio hasta acá?

Y si en este buscar me perdí?

Y si las palabras fueran solo palabras, y hasta estas frágiles letras fueran solo inútiles gotas de la garúa?

Y si todo esto, desde la primera mayúscula hasta el último punto, fuera apenas un ejercicio mental estéril y vacío, que solo sale y vuelve a mí, sin más?

Si todo esto, todo lo escrito, fuera así de inútil, de todas maneras acá estaría yo escribiendo. Porque soy yo, este soy yo. Y si tengo suerte, en medio de este pajar de letras, puede que haya una aguja de mí mismo, ahí escondido en un rincón de mis palabras que se olvidó de sentirse observado.

Y si las palabras fueran solo palabras, y nada más; si nada significaran, aún serían mías. Serían entonces tan solo la forma en que mi alma o mi mente buscan un camino a algún lado, aunque no hubiese ningún lugar al que llegar. Por estéril que fuera este viaje, aún sería un viaje, y si hoy es inútil, tal vez algún día lo pueda ver como parte de la ruta que me permitió llegar a algún destino (o al menos como parte del camino que meramente me sirvió para caminar).

Y si estoy perdido, no importa: nadie me busca, salvo yo, así que la única manera de encontrarme es que yo mismo me encuentre. Necesité hacer esto, y lo dejé ser. Necesité decirlo, y lo dije. Necesité pensarlo, y lo pensé.

Si estuviera equivocado, tal vez es mejor así. Tal vez es mi manera de descubrir que a la larga no hay respuestas correctas, y algún día (si tengo suerte) voy a dejar de buscarlas.

Esta, tal vez, sea la manera en que hoy encuentro mi forma de ser yo. 

(No es poco.)
(Pero tal vez tan solo sea ruido bobo)

jueves, 11 de julio de 2013

Casa

Casa.
Para cada uno queda en algún lugar distinto. Para todos es lo mismo.
Pero hago una salvedad: hablo de la casa en que cada uno de nosotros crecimos. La casa materna. El lugar al que, cuando llegamos, sentimos que estamos volviendo.

Esa casa, ese lugar, tiene un significado muy fuerte, aun cuando ya somos adultos. Y a veces, cuando pensamos en el lugar de dónde venimos, no remembramos la construcción en la que vivimos, sino el barrio, o la calle, a veces al país, o simplemente el cielo que estaba sobre nuestras cabezas cuando éramos chicos y mirábamos todo desde abajo. A veces es el lugar donde aprendimos a caminar, a veces es el lugar donde recordamos haber sido más felices. Es, en todo caso, el lugar que marca nuestra línea divisoria entre los verbos "ir" y "volver".

Para mi vieja, su casa es el río, creando un recoveco con la costa en algún lugar bajos los árboles en el Delta del Tigre. Es el agua del Espera bajando por la mañana y creciendo con la sudestada. Es un muelle de madera gastada que hace muchos años está a punto de ser llevado por la marea, pero se mantiene, firme y endeble a la vez.

Para mi viejo, son las calles de Pigüé, allá lejos de Capital, y los campos alrededor, con sus sierras bajas rompiendo la llanura. Con sus historias de bares y de campo, con una tumba en el cementerio esperando flores. Lugar del que partió para no volver, y al que siempre extraña. Nunca supe por qué nunca quiso volver.

Para mí es una casa con flores desprolijas en un jardín descuidado, con calle de tierra al frente, en Maschwitz. Con perros que me mueven la cola y me lamen las manos, no importa cuánto tiempo haya pasado desde la última vez. Es la mesa dónde mi vieja siempre tiene un plato para mí, y mi viejo siempre tiene una botella de vino por abrir para convidarme. Es mi habitación de techo bajo de madera, y el sauce al fondo mezclado con la parra.

Para el pelado, son las esquinas de Córdoba Capital, dónde Mario lo espera siempre, como amigo y como padre, para contarse las penas y las alegrías. Es la casa dónde Dolly llena las paredes de sus fotos, para que él sepa que siempre está presente ahí, aunque esté lejos. Son los hermanos y los sobrinos que lo extrañan. Son los amigos en la música y en el alma de un tiempo alegre que vuelve a encenderse como vela guardada cada vez que se vuelven a ver. Es el lugar donde guarda los planos de un sueño que fue y no fue, que pudo ser, que aún puede ser.

Volvemos a casa como guerreros después de la batalla, a curarnos las heridas, a afilar las armas. Volvemos a casa para sabernos cuidados por aquellos por quienes salimos a la vida para enorgullecerlos (por ellos o por sus recuerdos, da igual: los que se fueron siempre regresan cuando volvemos al lugar que compartimos con ellos).


Y veces, cuando volvemos a casa, volvemos a nosotros mismos, para encontrarnos con nuestro principio, para leer el índice de nuestra historia, y dar vuelta la página.

miércoles, 10 de julio de 2013

Escribir (2)

También, las palabras esconden. Dicen para callar. En los espacios en las frases, entre palabra y palabra, en las comas, en el punto, se oculta lo no dicho.

El artista, mediante el hecho artístico, también se oculta. Al mostrar, oculta, en un juego de luces. Como cuando en el escenario, la luz del seguidor borra las arrugas de la diva al mismo tiempo que la ilumina.

El Guernica fue concebido como una imagen del horror y del sufrimiento. Y al verlo, uno ve eso, pero por encima de eso se percibe belleza, estética, arte. Inevitablemente, inintencionadamente, el artista sublima lo que muestra, lo eleva a un plano por encima de la realidad que intenta plasmar, quitándole su crudeza de verdad y cubriéndolo de un tinte de abstracción.

Así, una persona desnuda en medio de una habitación llena de gente es impúdica, pero esa misma persona plasmada en una tela es artística; y observamos fascinados innumerables muertes arriba del escenario o en la pantalla que, presenciadas en la realidad, nos llamarían al horror y al espanto.

Con las palabras, y también con mis palabras, pasa algo parecido. No porque considere que mis palabras sean arte ni mucho menos, pero si tienen ese mismo componente de abstracción que tiene el hecho artístico. Están separadas de la realidad por ese abismo infranqueable que existe entre el significado y el significante. Por ser palabras (y sobre todo por ser palabras escritas), parecen alejarse flotando de la realidad. No son hechos, no son vida, al menos no son la vida de todos los días.

Y mis palabras, tan cargadas de retórica y estilismo, ocultan mucho más de lo que muestran. El trasfondo está ahí, el sentimiento, la sensación, la emoción real están ahí, a la vista de todo aquel que sepa mirar, como el elefante detrás de la mampara en el acto de magia, o los hilos que hacen volar al ilusionista. Pero aquel que se deja llevar por lo que escribo, solamente va a encontrar palabras hilvanadas mas o menos decorativamente.

El fondo queda a oscuras.

Y no se me escucha a mí, al real, al de carne y hueso. Y el tipo que está acá sentado, ahora escribiendo, desaparece, como en un acto de magia. Como la arruga que desaparece bajo la luz de un farol que enceguece.

Y nadie me ve realmente, no por este  medio, no leyendo esto. No por lo menos de la forma en que me verían mirándome a los ojos.

lunes, 8 de julio de 2013

Apuesta

Las ganas se hicieron penas
Intenciones de las buenas
En mañanas sin testigos
Empedraron el camino

Se quedó en el intento
Se secó en el invierno
Le cayeron hojas inermes
Que aún aguardan su septiembre

En el juego del amar
Cae moneda de perfil
No se gana sin llorar
No se pierde sin reír

Si me hubieran dicho
Que no es blanco o negro
Que no tome nada a pecho
En lo dicho o en lo hecho

De haber sabido
qué habría sido?
Qué de distinto
habría elegido?

Cuántas mañanas
hubiera negado u ofrecido?
Cuántas tardes
hubiese soñado o dormido?
Cuántas noches
he ganado o he perdido?

Son el debe y el haber
de un saldo en "tal vez"
apostando a un impar
de ruleta en espiral

(la bola gira sin caer
en un tobogán sin fin
donde es parte del metier
apostar o desistir)

viernes, 28 de junio de 2013

Abrazo Grande

Todos son gestos. Como personas, no realizamos acciones, interpretamos actos.

Como humanos, somos capaces de la poesía. Y la poesía no es simplemente métrica y rima. En todo caso, es cualquier cosa menos métrica y rima.

La poesía, creo yo, es eso simbólico y abstracto que nos permite transformar acciones en actos. Darle sentido a lo que nos pasa con el mundo y con otras personas, darle una relevancia más allá de la interacción fisicoquímica, y convertir ese devenir en vínculos y relaciones.
Nos da la posibilidad de tener sentimientos y emociones, y que eso sea tan real como una piedra o como el aire.

Anduve complicado estos días. Pasaron muchas cosas (muchísimas), en esta semana que pasó. Y cuando uno anda medio vapuleado, eso a veces te despierta la percepción, y es más fácil ver qué hay atrás de las acciones, descubrir los actos, vivir los vínculos. Es más necesario ver.

El abrazo es el acto físico de poner las extremidades superiores alrededor del torso de otra persona. Pero, por supuesto, no es solamente eso.

Recibí el abrazo de mi nena canina, cuando ella, subida a mi pecho, ponía sus dos patas de adelante alrededor de mi cuello y me secaba los ojos a golpes de beso.

Recibí el abrazo de mi vieja que, sin preguntarme nada, simplemente me quería hacer saber que ella estaba ahí para mí, como siempre lo estuvo y siempre lo va a estar, y que solamente tengo que ir a buscarla. Me prometió un abrazo de lana: me está tejiendo un pulóver, para que cuando tenga frío, tenga su abrazo en el placar que me proteja del clima y de todo.

Recibí el abrazo de mi amiga Gaby, con esa forma que siempre tenemos de estar cerca, a la distancia. De acompañarnos, de espantarnos la soledad, en cuanto intercambiamos un mensaje o dos. Nos sabemos al pie del cañón, cada uno en la batalla del otro.

Recibí el abrazo al volver a casa, un abrazo de bienvenida y de "qué bueno que estás acá": un abrazo de "qué bueno que volviste". Y ese era el único que me faltaba.

El abrazo como acción, tan simple en si mismo, tan fácil de practicar y de ejercer, tanto que nacemos sabiendo abrazar, con el cuerpo preparado para el abrazo. Y tan significativo en si mismo.
En el abrazo, la acción es acto de amor, es vínculo, es acercar corazón a corazón, lo más cerca posible, tanto física como emocionalmente.

Y es solo eso. Es poesía. Es algo elemental, básico y cotidiano, que se transforma en magia, en sentimiento, en vínculo. Y en esa alquimia, nos ejercemos como humanos.

Abrazo Grande.

martes, 25 de junio de 2013

Consiste...

Consiste en darme un abrazo sin que te lo pida (y no porque te sientas mal, sino porque quieras que yo me sienta bien).
Consiste en darme un beso con ganas, no como el que simplemente dice "hola".
Consiste en esperarme con algo que a mí me guste.
Consiste en querer acompañarme a algún lado, y no quejarse en el trayecto.
Consiste en elegir un lugar para ir y que te acompañe.
Consiste en querer compartir conmigo.
Consiste en cocinarme algo rico.
Consiste en levantarte cuando llego, por estar contento de que llegue.
Consiste en darme un masaje si te digo que me duele la espalda.
Consiste en preguntarme cómo me fue, y que realmente te importe.
Consiste en hacer un plan conmigo y cumplirlo.
Consiste en no mentirme al pedo.
Consiste en perdonarme cuando me equivoco, y no recordarme mis errores cada vez que viene a cuento.
Consiste en que puedas reconocer errores, y no se sienta como signo de debilidad.
Consiste en que yo pueda reconocer errores, y no se sienta como signo de debilidad.
Consiste en no estar a la defensiva cuando hablo, simplemente escuchar (Sin darme la razón, simplemente escuchando).
Consiste en que importe si estoy mal, si estoy enojado o triste, y que no trates simplemente de escapar de mis estados de ánimo como si fueran una molestia.



Consiste en todas esas cosas que no se piden, que simplemente se dan, porque cuando se piden, ya no tienen gracia.

Consiste en todas estas cosas que estoy pidiendo, porque ya no espero que vengan solas, y que estoy pidiendo aun sabiendo que, por pedirlas, ya perdieron la mitad de su gracias.



Consiste en hacerme saber querido.


Pero si lo estoy pidiendo...
Pero tiene sentido si lo estoy pidiendo?...

lunes, 17 de junio de 2013

Mi viejo está grande.

Mi viejo está grande.

Se sienta con su nieta a upa, y le pinta las uñas de los deditos. Y ella, con sus cuatro añitos, lo desarma y lo deshace a voluntad. Porque sabe que si uno es genuinamente fuerte, no importa mostrarse así de vulnerable de vez en cuando. La entereza se lleva por dentro, y dejarse desarmar es parte ineludible de ser hombre.

Y todavía me cuida como si no tuviera los 31 años que tengo, me va a buscar a la parada del colectivo, y me elige el colectivo que tengo que tomar a la vuelta, para que llegue más rápido a mi casa. Y me dice que calles tengo que tomar y cuáles no, para que no vaya por lugares peligrosos de noche. No porque piense que no me puedo cuidar solo, sino porque sabe que el cariño se demuestra de muchas maneras.

Me hace recordar que tengo que llamar a mis hermanos y a mi abuela, porque para él los vínculos son importantes, como quiere que lo sean para mí. Y me explica de política, y me pide opinión, y me compra un vino cuando voy a casa, porque me sabe adulto, y eso está bueno.

Discute con mi vieja, y la pelea, la reta, se ríe y le juega a las cartas, y charlan de nosotros, "los chicos", cuando se van a la cama de noche. Y está ahí a su lado, firme e incondicional, porque de alguna manera encontraron la forma de mantenerse juntos durante cuarenta años y seguir siendo compañeros. Si tenemos suerte algún día nosotros vamos a aprender la receta.

Se despierta todos los días demasiado temprano, y trabaja hasta tarde y los fines de semana, porque la responsabilidad es la responsabilidad, y el cansancio, el frío, el calor y los dolores no son justificativos para no hacerse cargo de las responsabilidades. Y se atrevió a mantener ideales, y cargarlos todo el viaje, cuando muchos otros los dejaron al costado del camino, porque eran muy pesados de llevar.

Y te abraza con fuerza, y te mira de frente cuando te habla, y en la calle saluda a los gritos. Con los años se ha hecho más demostrativo y más cariñoso, pero igual de loco, aunque un poco más aplacado, porque eso es ser un Ochonga.

Por eso, mi viejo no está viejo, mi viejo está grande. Se ha hecho más grande con los años. Cada vez más.
Feliz Día Papá.
Gracias Papá.

domingo, 16 de junio de 2013

El triangulo del Drama, por Melody Beattie

Fragmento extraído del libro "Ya no seas codependiente", de Melody Beattie

Cerca de un año después de comenzar a recuperarme de mi codependencia me di cuenta de que aún estaba haciendo algo que me causaba dolor. Percibí que este patrón tenía algo que ver con el por qué muchas de las relaciones que establecía se agriaban. Pero no sabia qué era “eso” que estaba yo haciendo, de modo que no pude dejar de hacerlo.
Un soleado día, mientras caminaba por la acera con mi amigo Scott, me detuve, me volví hacia él y le pregunté: “¿Qué es esa cosa que los codependientes hacen una y otra vez? ¿Por qué nos seguimos sintiendo tan mal?”
Pensó un momento en mi pregunta antes de responderme. “Los codependientes son cuidadores de los demás, rescatadores. Rescatan, luego persiguen, y terminan siendo víctimas. Estudia el triángulo del drama de Karpman”, me dijo. El triángulo del drama de Karpman y sus papeles de rescatador, perseguidor y víctima son la obra y la observación de Stephen B. Karpman.

Lo que me dijo no tenía sentido, pero volví a casa, busqué en algunos libros de terapia que se estaban empolvando en mi librero y los estudié. Luego de un rato, la luz se hizo en mi cabeza. Vi. Comprendí. Y me sentí como si hubiera descubierto el fuego.

Eso era. Ese era mi patrón. Este es nuestro patrón. Esto es lo que hacemos repetidamente con nuestros amigos, familiares, conocidos, clientes o cualquiera que se encuentre a nuestro alrededor. Como codependientes, podemos hacer muchas cosas, pero este patrón es el que seguimos mejor y con mayor frecuencia. Esta es nuestra reacción favorita.
Somos rescatadores, quienes todo lo proporcionan. Somos grandes madrinas o padrinos del mundo entero, como dice Earnie Lansen. No sólo satisfacemos las necesidades de la gente, sino que las anticipamos.
Arreglamos los asuntos de los demás, les enseñamos, nos afligimos por ellos. Los solucionamos, los atendemos. Y lo hacemos todo tan bien. “Tu deseo es un mandato para mí”, es nuestro lema. “Tu problema es mi problema". Somos cuidadores.
Cuidar de los demás parece un acto mucho más amistoso de lo que es realmente. Requiere incompetencia por parte de la persona a quien estamos cuidando. Rescatamos “víctimas”, personas que creemos no son capaces de ser responsables de sí mismas. Las víctimas en realidad son capaces de cuidar de sí mismas, aunque nosotros y ellas no lo admitimos. Generalmente nuestras víctimas están ahí esperando a un lado del triangulo a que nosotros hagamos el primer movimiento y brinquemos dentro del triángulo con ellas.
Después de que rescatamos, inevitablemente nos movemos a la siguiente esquina del triángulo: la persecución. Nos volvemos resentidos y nos enojamos con la persona a quien tan generosamente hemos “ayudado”. Hemos hecho algo que no queríamos hacer, algo fuera de nuestra responsabilidad, hemos ignorado nuestras propias necesidades y deseos, y nos enojamos por ello. Para complicar más el asunto, esta víctima, esta pobre persona que hemos rescatado, no siente gratitud por nuestra ayuda. No aprecia suficientemente el sacrificio que hemos hecho. La víctima no se porta como debiera. Ni siquiera está siguiendo nuestro consejo, que tan prontamente le brindamos. Esta persona no nos deja recomponer sus sentimientos. Algo no ha funcionado bien, de modo que nos rasgamos nuestro halo y sacamos nuestro trinche.
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La mayoría de las veces la gente que rescatamos inmediatamente percibe el cambio en nuestro estado de ánimo. Lo vieron venir. Era justo el pretexto que necesitaban para volverse contra nosotros. Y ahora les toca a ellos ser perseguidores. Esto puede preceder, darse al mismo tiempo o seguir a nuestro sentimiento de enojo. A veces las victimas responden a nuestro enojo. Generalmente es la respuesta al hecho de que nosotros hayamos asumido a responsabilidad de esa persona, lo cual de manera directa o indirecta le dice qué tan incapaz creemos que es. La gente resiente que se le diga que es incompetente, no importa qué tan alto confiesen su incompetencia. Y se resienten con nosotros por agregar el insulto de enojarnos con ellos después de haberles señalado su incompetencia.
Es tiempo ya para nuestra movida final. Nos dirigimos a nuestro rincón favorito: el lugar de la víctima.

Rescatar y cuidar significan eso precisamente. Rescatamos a la gente de sus responsabilidades. Nos hacemos cargo, cuidamos de sus responsabilidades en vez de dejar que ellos lo hagan. Luego nos enojamos con ellos por lo que hemos hecho. Nos sentimos usados y nos da lástima de nosotros mismos. Ese es el patrón, el triángulo.
Este es el predecible e inevitable resultado de un rescate. Abundan sentimientos de desamparo, de dolor, de pena, de vergüenza y de lástima por uno mismo. Hemos sido usados otra vez. No nos han apreciado otra vez.

Con mucha frecuencia damos más de lo que recibimos, y luego nos sentimos utilizados y despreciados a causa de ello. Nos preguntamos por qué, mientras nosotros anticipamos las necesidades de otros, nadie se da cuenta de nuestras necesidades. Podemos deprimirnos seriamente como resultado de no tener satisfechas nuestras necesidades. Y empero, un buen cuidador se siente más seguro al dar; nos sentimos culpables e incómodos cuando otro nos da o cuando hacemos algo para satisfacernos. En ocasiones los codependientes podemos imbuimos tanto en nuestro papel de cuidadores que nos sentimos desanimados y rechazados cuando no podemos cuidar o rescatar a alguien, cuando alguien se niega a que se le “ayude”.
Hemos luchado tanto por ayudar a la gente, de ser buenos con ella. Nos lamentamos, “¿Por qué? “ “¿Por qué me pasa esto SIEMPRE a mí?” Otra persona nos ha pisoteado, nos ha golpeado. Y pensamos: “¿Siempre seremos víctimas?” Probablemente, si no dejarnos de rescatar y de cuidar a los demás como si fuéramos su nana.

Lo más importante acerca de ser cuidadores es aprender a entender qué significa y cuándo lo estamos haciendo, para que podamos dejar de hacerlo. Podemos aprender a reconocer un rescate. Rehúsate a rescatar. Rehúsate a permitir que la gente nos rescate. Tomemos responsabilidad por nosotros mismos, y dejemos que los demás hagan lo mismo.