martes, 28 de enero de 2014

Bajo la lluvia

Donde vas
Cuando te vas?
Bajo la lluvia
Bajo la noche
Tan lejos mío
Tan fuera de ti?

Dónde te lleva
Tu hambre o tu sed?
Donde te escondés?
Y de qué?
Porque igual te veo
Ahí donde estés.

Por qué me querés lejos
Aun cuando volvés?
Que temés que te haga?
Qué mal te puedo hacer?
Si siempre estoy acá
y siempre estaré

Qué enmascarás en el ánimo
Alegre, locuaz y falso
Tan bonito que a vos mismo
Te gustaría creer
Mientras todo lo malo espera
El el fondo del nécessaire

Qué escondés bajo el berrinche?
O bajo el discurso al atardecer?
Por qué apagas las luces
Por qué disimulás lo que se ve
Por qué fingís que no sea
Lo que los dos sabemos que es

Y si estar cerca te hiere
Me podrías entender?
Yo también salí herido
Yo también supe perder
Y a pesar de cicatrices
Aún quiero querer

lunes, 27 de enero de 2014

De comienzos (huecos)

Estoy pensando si el terror a la página en blanco y la depresión pos parto tienen algo en común. Lo pienso a propósito de tratar de entender si los principios, de algún modo, pueden asustar y entristece.
Los comienzos suenan a nuevo y limpio. A esperanza, a expectativa, renacimiento y nueva oportunidad. Vivimos la llegada del año nuevo con la alegría simbólica de despedir lo que se fue y recibir el año que empieza con los mejores augurios.

Por qué, entonces, a mí me suena como a vaso vacío? En el famoso test chapucero del vaso medio lleno / medio vacío, a mí el principio de año me está sonando a vaso irremediablemente vacío. Seco, sin nada, sin una gota de nada y sin capacidad de aplacar ninguna sed. Un vaso a llenar. Lo cual podría ser algo fascinante: el pensar cómo llenar ese vaso, como colmarlo y revalsarlo de todo aquello que quiero/ansío. La gran cuestión es: llenarlo de qué? Con qué? Para qué? Buscando aplacar qué sed?

"De lo que yo quiera!", sería la respuesta obvia y optimista. Bueno, bien. No tengo muy claro que es lo que quiero. Y ahí es donde la parte más optimista de mí se queda muda, y apuesta sin convicción intentos de repuestas que obviamente no terminan de convencerme.

Me quedó de ceño fruncido esperando que el entorno me dé una respuesta que (por supuestos) no puede darme. Claro, si algo tengo claro es que el afuera no me puede dar ninguna respuesta real sobre este tema, ninguna respuesta útil. No al menos en este sencillo e intrincado asunto de saber qué quiero para mí.

Y me dejo flotar en los días, tratando de relajar los nudos en la espalda y los nervios en las tripas. Aceptando la “no respuesta”, apostando al  “por ahora”. Ya está por terminar Enero, y la sensación de principio empieza a menguar un poco, como lo nuevo que deja de ser tan nuevo cuando llega la “Liquidación de Temporada”. Esperando que esta sensación rara y ácida, cínica y vulnerable vaya a parar al estante de discontinuos más temprano que tarde, y la cabeza y la espalda se me alivianen un poco una tarde cualquiera bajo un sol diluido.

Esperemos…
Mientras tanto, me dejo flotar, por ahora…

miércoles, 8 de enero de 2014

Sentido

No sé muy bien cómo resolver esto que estoy pensando/pasando.

Cómo darle un cierre, o incorporarlo todo dentro de un conjunto armónico, estético y lógico. Como hilvanarlo en una sola confección.

La cabeza me lleva a querer entender que hay una relación entre todo esto. Me lleva a querer imaginar que todo esto, que es disperso e inconexo, de alguna manera tiene un hilo conductor, una causa y consecuencias más allá de las que me imagino.

Ojo, no es tortuoso ni incómodo este proceso, es solo que se vería lindo si todos los elementos, por obra y magia de las letras, se combinaran en un mandala lírico. Pero tal vez la vida no sea así de armónica, o tal vez sí.

Por dónde empezar? Por el final y por el principio. Al fin y al cabo, si algo hay en común entre todos los elementos de este intento, es el final, y el principio.

Fin de año. Fin de un 2013 jodido, y comienzo de un 2014 que pinta más esperanzador. Un 2013 que movió estanterías, que me golpeo y me limpió. En Perú se usa un dicho cuando alguien le da una paliza a alguien más: "le sacudió la mugre". El 2013 nos sacudió la mugre, a mí y a unos cuantos más. A fuerza de patadas, nos desprendió lo malo, dejó algo bueno, o por lo menos la semilla de algo mejor de lo que había.

Con el pelado fuimos a Córdoba a pasar fin de año. Con la familia del pelado. Fue fuerte y movilizante, buenísimo y algo trágico, al mismo tiempo y en consecuencia recíproca. El pelado me cuenta que ir a Córdoba siempre fue un tema para él, porque al volver a Buenos Aires siempre le quedaba el sabor amargo de haber probado una cucharada de lo que podría haber sido y no fue, de lo que podría haber tenido si no hubiera decidido venir a Buenos Aires. Le queda el resabio de otras veces, cuando al querer encontrar algún motivo que justificara Buenos Aires solo encontraba vacío, que es la peor de las pestes. Y ese vacío lo llenó con todo lo malo, que tan bien se sentía y tanto mal dejaba. Pero ahora, ya librado de eso, ya con la cabeza llena de ansiedades de las buenas (joden igual, pero es tanto mejor tener ganas de crecer antes que tener ganas de escaparse), el ir y volver a Córdoba cargaba otras expectativas.

Allá estaba el papá del pelado, Mario, con todos sus dolores y cansancios a cuesta, pero con una vida demasiado despiadada como para dejarlo descansar o darle tregua (cada uno se hace su vida? eso es para pensarlo en otro momento, sería irme muy por las ramas). Tan cansado del cansancio, tan dolido del dolor, mirando desde un cristal tan negro que solo devuelve negrura, que en el secreto de una tarde le cuenta al pelado que tiene decidido irse por mano propia de esta vida, si la vida no le ofrece un pasar menos sufriente como contraoferta.
Y el pelado queda confundido y sin reacción, o reaccionando de a borbotones, como le sale y como mejor puede, tratando de pensar y sentir y entender, costándole mucho hacer ninguna de esas cosas frente a lo incomprensible y compresible, frente a lo esperado e inesperado.
Y en eso, sueña con adoptar. Sueña con un hijo nuestro, un nene o una nena, en Ornella o Valentino. Sueña con la vida, y con el trascender a través de una criatura criada por nosotros, frente a la incomprensibilidad de la muerte, o como consecuencia, o inconscientemente. Como luchando la muerte con la vida, pero como entendiéndolas simultaneas.

En el viaje de vuelta en avión, una negrita bellísima, sentada en las rodillas de sus padres adoptivos, nos sonreía con toda la alegría del mundo en sus ojos y en sus dientes, con los rulos tejidos en trencitas y los deditos doblándose en un hola inocente y feliz. Y el pelado quedó embelesado de ese torbellino de vida que corría y tropezaba por el aeropuerto mientras esperábamos las valijas en el desembarque. Ella sola con sus 4 o 5 añitos era un estandarte de lo hermosa que puede ser la vida en todo su esplendor, una manifestación invencible de todo lo bello que puede haber en el mundo.

Y nació Amelia, la segunda hija de Sol. Y mi primita Belen anunció que está embarazada, y mi tía va a ser bisabuela. Y mi amiga Nancy está eligiendo vestido para su casamiento.

Y el pelado tuvo la tentación de caer, y no cayó. Sobre todo porque no quiso, aunque fuera difícil resistir, aunque fuera jodido resistir, aunque caer hubiera sido lo más fácil y lo más lógico. Pero quiso no caer.

No sé qué tiene que ver todo con todo. No sé si está relacionado, o si son cosas dispersas dando vuelta.

Pero la cabeza y el alma intentan encontrar rayitos de luz en medio de todo este embrollo, y se aferran a eso. Quizá eso sea lo que importa.