lunes, 29 de abril de 2013

Día del Animal

Cuando la gorda se despierta antes que yo por la mañana, me lava la cara, para que la saque a pasear. Arranca por la frente, y si no funciona, me lame los ojos. Y si no funciona, me lame los oídos hasta el tímpano. Suena asqueroso para la mayoría de los mortales; pero los que tienen una mascota, saben que es la mejor forma de despertarse. 

Sacude las frazadas, gruñe, hace ruidos indescriptibles, me roba las medias y las revolea con furia, pero moviendo la cola: me imagino que ella piensa que de esa manera la voy a sacar más rápido. Dormido, bajo corriendo por el pasillo. Dormido, doy vuelta a la manzana, mientras ella inspecciona cada centímetro de la vereda buscando la baldosa exacta en la que corresponde que ella haga sus necesidades. Debe tener reglas muy complejas para elegir baldosa, porque le lleva un buen rato, y requiere toda su atención. Para cuando vuelvo a entrar, ya me desperté por completo.

Para cuando salgo para el trabajo, ya se volvió a dormir.

Y cuando vuelvo, viene corriendo y se emociona como si no me viera hace años. Chilla, y mueve la cola, y me lame la cara, y me muerde, todo al mismo tiempo, desordenadamente.

Cuando te tirás en la cama, se hace un bollo en cualquier espacio que le dejes. Pero si no tiene espacio suficiente, se estira y te empuja con las patas para que le hagas lugar.

Si está aburrida, agarra un juguete y te lo revolea por la espalda, para que le juegues. Y te golpea fuerte.
Me mueve la cola cuando le canto.
Y te mira preocupada cuando te ve caído.
Y se desvive por alegrarte cuando ve a alguien triste, y te abraza hasta donde le llegan las patas.
Y se pone contenta si te ve contento, y te baila alrededor.

Gracias mi nena, por hacerme la vida más linda. Feliz Día Pomarola!

lunes, 22 de abril de 2013

Limpiar

Compré lavandina.
Y unos trapos nuevos, de los amarillos.

Lavé los platos, que estaban hace un par de días. Y de paso, los sequé y los guardé. Y limpié la cocina. Y ya que estaba, limpié la heladera. Y los estantes, y las puertas de los muebles. Y el horno estaba sucio, y el extractor también, así que también los limpié. Después, el piso había quedado hecho una mugre, así que baldee la cocina. Y era un asco no dejar toda la mugre abajo de la heladera, así que corrí la heladera, y limpié abajo.

El pelado se levantó, miró a su alrededor, y decidió que las celosías de las puertas estaban sucias, y que el patio parecía abandonado. Así que las limpió, maderita por maderita. Y, obviamente, sacó las telarañas. La terraza se había llenado de barro, porque hace tiempo que no limpiábamos, así que subió con un cepillo y limpió el piso hasta remover toda la tierra. Dejó caer agua por la escalera, y limpió escalón por escalón. Juntó las hojas, y pasó la escoba por el patio.

Sonó música de fondo, acompañando. Ni hablábamos, no estábamos cerca, ni nos veíamos. Pero estábamos juntos.

Estuvo todo limpio. Estábamos limpios nosotros, mugrientos de limpiar, pero con la cabeza limpia. Tanto es así que, después de una siesta, el pelado fue capaz de levantarse e ir a acompañar a un amigo que se sentía solo. Hace tiempo que no estaba lo suficientemente claro como para apoyar a alguien más.

Yo, me bañé, y ensayé un poco, y canté en mi casa vacía, y me sentí bien. Hace tiempo que no estaba lo suficientemente despejado como para relajarme en mi casa vacía, y sentir que todo estaba bien.

Digamos que fue uno de mis mejores Domingos. Un Domingo como me gustaría que fueran mis Domingos.

lunes, 15 de abril de 2013

Desapego, de Melody Beattie

No tengo nada por agregar sobre lo que dice esta autora, por eso solo lo transcribo, tal como lo leí:

"Los problemas que causa el apego son muchos. Sobreinvolucarnos de alguna manera puede mantenernos en un estado de caos; puede mantener a la gente que nos rodea en ese estado. Si concentramos toda nuestra energía en la gente y en los problemas, nos queda poco para dedicar el acto de vivir nuestra propia vida. Y ya hay bastante preocupación y responsabilidad en el ambiente. Si la tomamos toda nosotros, no queda nada para la gente que nos rodea. Esto nos hace trabajar en exceso a nosotros y quitarles bastante trabajo de encima a los demás. Y aún más, preocuparnos por la gente y por los problemas no funciona. No resuelve los problemas, no ayuda a los demás y no nos ayuda a nosotros mismos. Es energía desperdiciada.
Preocuparnos y obsesionarnos nos mantiene con tal maraña en la cabeza que no podemos resolver nuestros problemas. Cada vez que nos apegamos de esta manera a alguien o a algo, nos separamos de nosotros mismos. Perdemos contacto con nosotros mismos. Damos en prenda nuestro poder y nuestra capacidad para pensar, sentir, actuar y cuidar de nosotros mismos. Perdemos el control.
Cuando estás obsesionada, no puedes apartar tu mente de esa persona o de ese problema. No sabes lo que estás sintiendo. No sabes lo que está pensando. Ni siquiera estás segura de lo que debes hacer, pero, ¡por Dios, debes hacer algo! ¡Y pronto!"
(...)
"Desapegarnos es liberarnos o apartarnos de una persona o problema con amor. Mental, emocional y a veces físicamente nos desembarazamos de nuestro involucramiento insano (y a menudo doloroso) con la vida y responsabilidades de otra persona, y de los problemas que no podemos resolver, de acuerdo con un manual titulado Desapego que ha circulado durante muchos años en los grupos de Al-Anón.
El desapego se basa en las premisas de que cada persona es responsable de sí misma, en que no podemos resolver problemas que no nos corresponde solucionar, y que preocuparnos no sirve de nada. Adoptamos una política de no meter las manos en las responsabilidades de otras personas y en vez de ello, de atender a las nuestras. Si la gente se ha fabricado desastres a sí misma, le permitimos enfrentar las consecuencias. Le permitimos a la gente ser como es en realidad. Le damos la libertad de ser responsable y de madurar. Y nos damos nosotros mismos la misma libertad."

"Desapegarnos no quiere decir que nada nos importe. Significa que aprendemos a amar, a preocuparnos y a involucrarnos sin volvernos locos. Dejamos de crear un caos en nuestra mente y en nuestro medio ambiente. Cuando no nos hallamos reaccionando de un modo ansioso compulsivo, nos volvemos capaces de tomar buenas decisiones acerca de cómo amar a la gente y de cómo solucionar nuestros problemas. Nos liberamos para comprometernos y para amar de modo que podamos ayudar a los demás sin lastimarnos a nosotros mismos.
Las recompensas que el desapego nos brinda son muchas: serenidad, una profunda sensación de paz interior, la capacidad de dar y de recibir amor de una manera que nos enaltece y nos llena de energía, y la libertad para encontrar soluciones reales a nuestros problemas. Encontramos la libertad para vivir nuestra propia vida sin sentimientos excesivos de culpa o de responsabilidad hacia los demás.23 En ocasiones el desapego llega a motivar y a liberar a la gente que se encuentra a nuestro alrededor para empezar a solucionar sus problemas. Dejamos de mortificarnos por ellos y lo perciben, de modo que finalmente comienzan a preocuparse por ellos. ¡Qué gran plan! Cada quien atiende sus propios asuntos."


Melody Beattie


martes, 9 de abril de 2013

Envidia

Hoy, me encontré envidiando.

Envidiando una vida más sencilla que la mía. Con menos sacrificio, compromiso y paciencia, y más recompensa, crecimiento y disfrute.

Envidiando una vida en la que no tendría que esperar tanto para poder permitirme desear lo que quiero. Envidié el sentirse acompañado, un poco más.

Pienso que, de todos modos, yo elegí y elijo. Pero a veces las decisiones son duras, y los resultados de las decisiones implican sacrificar el camino no tomado.

No siempre obtenemos lo que queremos, cuando lo queremos, ni de quien lo queremos. Todo lo que hacemos no deja de ser una apuesta. Y cuando vez que otro gana, te preguntás porqué no fuiste vos el que salió sorteado esta vez. Te preguntás cuanto falta para que salga tu número. Y te preguntás si tu número va a salir. O si no conviene cambiar de cartón.

Pensé que yo no era un tipo que envidiara. Resulta que sí.
Ojo, no siento bronca por la felicidad de los otros. Me alegro que sean felices, me alegro de que consigan lo que quieren.

Me pregunto nada más por qué a mí me cuesta tanto.

Eso es hoy, mañana será otro día.

jueves, 4 de abril de 2013

Berta (2)

"Se me murió la gata", me dice la Berta por teléfono.

No tenía nombre la gata. Era hija de una gata anterior, Florinda. Le decíamos la gata rubia, por contraposición a su madre, que era una gata negra. Nunca le pusimos nombre, porque en un principio habíamos pensado en regalar a todos los gatitos de esa camada, y no íbamos a quedarnos con ninguno. Pero esta quedó, y era la más linda.

Me cuenta mi vieja que mi papá se despertó a las 4 de la madrugada para ir a trabajar, y la vió en la pieza de mi hermana, que ahora está vacía y sirve para las visitas. La gata estaba acostada en el piso, y pegaba un maullido bajito y lastimero cuando la miraba. Ya era un gata viejita, pero no parecía.
Mi vieja se acostó al lado, y le acarició la cabeza toda la noche, calmándola. La tapó con una mantita, para darle calor, porque ya se sentía con frío. Dice que la gata se volvió a dormir bajo su caricia.
Cuando la Berta se despertó a la mañana, la gata rubia ya se había ido. Cuando el veterinario llegó, le dijo que aunque hubiera ido un día antes, ya no se habría podido hacer nada.

Se fue con el amor incondicional de mi vieja. Vivió con el amor incondicional de mi vieja.
La Berta se escuchaba triste. "Se me fue una compañeraza", me dice.

"Quiero una gatita chiquita". Puede parecer que reemplaza una mascota con otra. Puede que sea así. Pero mi vieja es así.
Mi vieja se da un tiempito para llorar, y sigue adelante. No va a dejar que la pena le impida volver a querer a otra mascota como la quiso a la que se fue. No se va a guardar el cariño que tiene para dar.
El amor se recicla.
Está bien.

lunes, 1 de abril de 2013

Lunes Feriado

 
Esta bueno tener tiempo, cuando tenés algo que hacer con el tiempo. Cuando no, qué al pedo.

Lunes feriado. Despierto desde las 7AM. Lluvia, de esas lluvias boludas de Marzo, que apenas mojan, pero que te evitan irte muy lejos, no sea caso que se largue fuerte. El otro duerme.

Pienso en los compromisos tácitamente asumidos.

A veces, te sentís en compromiso con alguien más, aunque nunca te hayas comprometido. Alguien más espera algo de vos, y no te sentís capaz de decirle que no tenés ganas. Sería una desconsideración, sería poco amable, casi una traición. Parece ser que en algún momento hiciste algo que le dió a entender a la otra persona que podía esperar algo determinado de vos. No solo eso, sino que, al parecer, nunca te tomaste el trabajo de aclararle que no podía esperar eso de vos. En el famoso "el que calla, otorga", le otorgaste al otro el derecho de esperar de vos determinada respuesta. Quedaste atado a un contrato tácito que nunca firmaste. No cumplir con ese contrato, es una deslealtad, y el precio es la descepción. Y, aquellos que, como yo, somos tan boludos de caer en ese juego, sufrimos de una arraigada fobia a la descepción del otro.

Qué boludos, nosotros.

Así, desperdiciamos mañanas de Lunes Feriados, frente a la computadora, a la espera de ver que es lo que esperan de nosotros. Lo jodido, es que como te sentís atado, nunca llegas a saber si realmente vos no hubieras tenido ganas de hacer tal o cual cosa, si no te hubieras sentido obligado.

No se si el sentirse obligado es compatible con el placer. Capaz que si, pero no me lo imagino fuera de algunas prácticas relacionadas con el sadomasoquismo.
En otros vínculos más cotidianos, con los amigos, los parientes, los compañeros, no creo que uno pueda sentir placer al hacer algo por obligación.
Así, te ves haciendo algo que en otro contexto harías con gusto, pero te encontrás haciendolo por compromiso. En ves de placer y alegría, te queda la sensación de sacrificio.

Y lo peor, es que, por ese sacrificio, te anotás un tanto a favor en la cuenta corriente de la otra persona. Ahora, como vos te sacrificaste e hiciste algo sin ganas, tenés derecho a pedirle a la otra persona que en un futuro te devuelva un favor. Y hacés que la otra persona firme un contrato tácito con vos: está en deuda con vos, aunque nunca haya asumido esa deuda, aunque nunca haya firmado nada. Te suena?

Así, vivimos perpetuando la cadena de obligaciones morales, dónde nos vemos todos los días haciando cosas que no tenemos ganas, y obligando a otras peronas sutilmente (y no tanto) a que hagan cosas que no tienen ganas de hacer. Es más, nos obligamos a poner cara de que estamos encantados de hacerlo, y esperamos que los demás hagan lo mismo.

Lo demás, son mentiras y excusas que repartimos por doquier, cuando ya llegamos a nuestro límite. Porque con la excusa y la mentira nos salvamos de la descepción del otro. Pero nos queda un gusto a culpa más o menos pronunciado.

Un día, por lo menos un día Lunes Feriado, estaría bueno levantarse y proponerse que ese día solamente vamos a hacer lo que tengamos ganas.

Esta bueno tener tiempo, cuando sabés qué tenés ganas de hacer con el tiempo. Cuando no, qué al pedo.