No sé muy bien cómo resolver esto que estoy
pensando/pasando.
Cómo darle un cierre, o incorporarlo todo dentro de un
conjunto armónico, estético y lógico. Como hilvanarlo en una sola confección.
La cabeza me lleva a querer entender que hay una relación
entre todo esto. Me lleva a querer imaginar que todo esto, que es disperso e
inconexo, de alguna manera tiene un hilo conductor, una causa y consecuencias
más allá de las que me imagino.
Ojo, no es tortuoso ni incómodo este proceso, es solo que se
vería lindo si todos los elementos, por obra y magia de las letras, se
combinaran en un mandala lírico. Pero tal vez la vida no sea así de armónica, o
tal vez sí.
Por dónde empezar? Por el final y por el principio. Al fin y
al cabo, si algo hay en común entre todos los elementos de este intento, es el
final, y el principio.
Fin de año. Fin de un 2013 jodido, y comienzo de un 2014 que
pinta más esperanzador. Un 2013 que movió estanterías, que me golpeo y me
limpió. En Perú se usa un dicho cuando alguien le da una paliza a alguien más:
"le sacudió la mugre". El 2013 nos sacudió la mugre, a mí y a unos
cuantos más. A fuerza de patadas, nos desprendió lo malo, dejó algo bueno, o
por lo menos la semilla de algo mejor de lo que había.
Con el pelado fuimos a Córdoba a pasar fin de año. Con la
familia del pelado. Fue fuerte y movilizante, buenísimo y algo trágico, al
mismo tiempo y en consecuencia recíproca. El pelado me cuenta que ir a Córdoba
siempre fue un tema para él, porque al volver a Buenos Aires siempre le quedaba
el sabor amargo de haber probado una cucharada de lo que podría haber sido y no
fue, de lo que podría haber tenido si no hubiera decidido venir a Buenos Aires.
Le queda el resabio de otras veces, cuando al querer encontrar algún motivo que
justificara Buenos Aires solo encontraba vacío, que es la peor de las pestes. Y
ese vacío lo llenó con todo lo malo, que tan bien se sentía y tanto mal dejaba.
Pero ahora, ya librado de eso, ya con la cabeza llena de ansiedades de las
buenas (joden igual, pero es tanto mejor tener ganas de crecer antes que tener
ganas de escaparse), el ir y volver a Córdoba cargaba otras expectativas.
Allá estaba el papá del pelado, Mario, con todos sus dolores
y cansancios a cuesta, pero con una vida demasiado despiadada como para dejarlo
descansar o darle tregua (cada uno se hace su vida? eso es para pensarlo en
otro momento, sería irme muy por las ramas). Tan cansado del cansancio, tan
dolido del dolor, mirando desde un cristal tan negro que solo devuelve negrura,
que en el secreto de una tarde le cuenta al pelado que tiene decidido irse por
mano propia de esta vida, si la vida no le ofrece un pasar menos sufriente como
contraoferta.
Y el pelado queda confundido y sin reacción, o reaccionando
de a borbotones, como le sale y como mejor puede, tratando de pensar y sentir y
entender, costándole mucho hacer ninguna de esas cosas frente a lo
incomprensible y compresible, frente a lo esperado e inesperado.
Y en eso, sueña con adoptar. Sueña con un hijo nuestro, un
nene o una nena, en Ornella o Valentino. Sueña con la vida, y con el trascender
a través de una criatura criada por nosotros, frente a la incomprensibilidad de
la muerte, o como consecuencia, o inconscientemente. Como luchando la muerte
con la vida, pero como entendiéndolas simultaneas.
En el viaje de vuelta en avión, una negrita bellísima,
sentada en las rodillas de sus padres adoptivos, nos sonreía con toda la
alegría del mundo en sus ojos y en sus dientes, con los rulos tejidos en trencitas
y los deditos doblándose en un hola inocente y feliz. Y el pelado quedó
embelesado de ese torbellino de vida que corría y tropezaba por el aeropuerto
mientras esperábamos las valijas en el desembarque. Ella sola con sus 4 o 5
añitos era un estandarte de lo hermosa que puede ser la vida en todo su
esplendor, una manifestación invencible de todo lo bello que puede haber en el
mundo.
Y nació Amelia, la segunda hija de Sol. Y mi primita Belen
anunció que está embarazada, y mi tía va a ser bisabuela. Y mi amiga Nancy está
eligiendo vestido para su casamiento.
Y el pelado tuvo la tentación de caer, y no cayó. Sobre todo
porque no quiso, aunque fuera difícil resistir, aunque fuera jodido resistir,
aunque caer hubiera sido lo más fácil y lo más lógico. Pero quiso no caer.
No sé qué tiene que ver todo con todo. No sé si está
relacionado, o si son cosas dispersas dando vuelta.
Pero la cabeza y el alma intentan encontrar rayitos de luz
en medio de todo este embrollo, y se aferran a eso. Quizá eso sea lo que
importa.