viernes, 26 de julio de 2013

Días de Sol

Un mate en el pasto, una mañana de sol. Los pies descalzos, y los ojos encandilados por un cielo demasiado claro.

Olor a sábanas limpias, en una habitación ventilada, con el sol entrando por una rendija, despertándome a la mañana.

Una maceta con tierra húmeda, y una planta por plantar. Las manos llenas de barro, y el culo en el piso frío de baldosas, en el patio.

El olor a pasto recién cortado, el humo de un asado, las uvas colgando de la parra, sobre mi cabeza.

Una noche que se hace madrugada, sin soltar de golpe la tibieza de la tarde, con algún vino, o cerveza, o nada, mantenido despierto a fuerza de charla viva.

Ensayando encendido una escena que se pone intensa, sintiendo el flujo de eso indescriptible que pasa cuando lo real pasa, en una tarde donde el sol se retrasa en irse.

Un sábado a la mañana en la facultad, o esa misma mañana sentado en el bar frente a un café, corrigiendo, o preparando una clase, mientras el día se despliega despacio entre los edificios, protegido por el tacto reconfortante de las hojas de cuaderno.

El olor de la gorda recién bañada, tirada al sol, mordisqueando aburrida un juguete y mirándome de reojo.

Viajando en auto con la ventanilla baja, viendo correr las líneas del asfalto al lado mío, en esas rutas rectas de cualquier lado que se pierden en el horizonte más allá de dónde me llega la miopía.

Luchando rendidamente contra la correntada, remando en un bote que flota medio a la deriva por el río, con las plantas de la costa dejándome hojas sueltas en el pelo.

Sintiendo el olor que sale del horno, mientras revuelvo en la sartén, y los olores se mezclan y se maduran en la cocina.

Con el diario del domingo en el patio de ladrillos de mis viejos, con los escones de la Berta, y el pulular de su charla cortando el ruidito discreto (disfrazado de silencio) de pájaros, bichos y perros.

Caminando perdido por que si, en la vereda del sol, pispeando libros en las librerías a la calle, o dejándome perder entre los puestos de artesanías, queriendo descubrir desprevenido aquello que el artesano puso en cada pieza.

En un banco de plaza con música en mis orejas y un libro entre las manos, perdido y más encontrado que jamás.

Te extraño, Septiembre.

miércoles, 24 de julio de 2013

Cansado

Estoy cansado de hablar; de decir; de buscar las palabras; de pensar una y otra vez: de buscar la forma de que me entiendan.

Estoy cansado de buscarle la vuelta; de intentar comprender cuál es la mejor manera; de intentar comprender: de buscar la manera de que, por esta vez, las cosas me salgan como yo quería.

Estoy cansado de no estar bien; de estar confundido; o triste; o enojado; o indignado: de buscar el modo de estar bien y que eso dure.

Estoy cansado de que no pasen las horas; los minutos; los días; los años: de buscar la forma de llenar el tiempo de sentido.

Estoy cansado de no encontrar en los demás lo que necesito de ellos; de no encontrar en mí mismo lo que me falta y no encuentro: de buscar la manera de ser un tipo feliz, bueno, y sano.

Estoy cansado de lidiar con los temas de los demás; de lidiar con lo peor de los demás; de intentar aceptar, comprender y que no me salga: de buscar el modo de que relacionarme con los demás no duela.

Estoy cansado
de buscar
y no encontrar.

miércoles, 17 de julio de 2013

Sacrificio

La gente no cambia por amor. Y cuando uso el impersonal término "gente", en esta oportunidad me doy la licencia de meterme yo mismo en esa gran bolsa de gatos.


Cuando la gente dice cambiar por amor, todo alrededor se desvirtúa. La gente no cambia por amor, sino que "hace sacrificios" por amor. Y el sacrificio trae de la mano a su hijo el resentimiento. Hice esto, porque vos me lo pediste, o porque vos esperabas que yo lo hiciera, y lo hice aun cuando yo no quería hacerlo. Y por haber hecho este sacrificio, espero que me recompenses. Pero vos no me reconocés el sacrificio, considerás que es algo que yo debía hacer. O ni siquiera tenés registro de mi sacrificio.
Pero más allá de eso, así te dieras cuenta de mi sacrificio y me lo agradecieras, tampoco importaría: hice algo que no quería hacer, o evité hacer algo que sí quería, o acepté algo que no quería aceptar, y lo hice por vos. Y eso genera resentimiento.

El resentimiento va juntando cuentas en el ábaco de los saldos pendientes. Eso que se acumula, queda ahí para ser cobrado más adelante, de diferentes maneras. Surge como el enojo acumulado que descargo contra vos cuando tengo oportunidad, o como broncas que algún día somatizaré en alguna parte del cuerpo, o como pequeñas y grandes venganzas que voy a cobrándome estúpidamente, creyendo tal vez que esos viles resarcimientos de alguna manera me van a brindar algún tipo de satisfacción.

Y cuando ya no es sostenible, cuando ya no puedo seguir siendo quien no soy, entonces miento, oculto, transgiverso, me escapo, cualquier cosa con tal de evitar eso que pasa cuando te das cuenta de que no cambié, de que sigo siendo quien siempre fui.

(Y desde un principio, todo esto pasa porque quería evitar por todos los medios que vos te des cuenta de que yo no soy quien vos querés que yo sea.)

No cambié en realidad, simplemente traté de mostrarte la versión de mí que vos querías ver. Fingí ser quien vos querías que yo fuera. Pero, como consecuencia, solamente saqué a la luz a la peor versión de mí. Mi costado más mezquino, más egoísta, más estúpido si se quiere.

Conozco bien esta historia, porque estuve de los dos lados de la historia. Sentí resentimiento, y también lo provoqué. Hice sacrificios, y pedí sacrificios. Y de esa manera, conocí la peor parte de la otra persona, y la peor parte de mí mismo.

Me descubro intentando conseguir de los demás aquello que no tienen para darme. Y me veo exprimiéndome, tratando de sacar aquello que esperan de mí pero no tengo. Nada genuino puede salir de todo esto.

Cómo se sale de este círculo?

Escucho montones de voces hablando de aceptación, desapego, perdón, fe, paciencia, comprensión, contención, amor. Hablando de montón de conceptos que suenan tan bellos como efectivamente deben ser cuando uno los encuentra en la realidad. Pero mi voz, la mía, la que me sirva a mí, la respuesta a mí pregunta, todavía la estoy buscando.

viernes, 12 de julio de 2013

Y si...


Y si estuviera equivocado, en todo lo que fui, desde el principio hasta acá?

Y si en este buscar me perdí?

Y si las palabras fueran solo palabras, y hasta estas frágiles letras fueran solo inútiles gotas de la garúa?

Y si todo esto, desde la primera mayúscula hasta el último punto, fuera apenas un ejercicio mental estéril y vacío, que solo sale y vuelve a mí, sin más?

Si todo esto, todo lo escrito, fuera así de inútil, de todas maneras acá estaría yo escribiendo. Porque soy yo, este soy yo. Y si tengo suerte, en medio de este pajar de letras, puede que haya una aguja de mí mismo, ahí escondido en un rincón de mis palabras que se olvidó de sentirse observado.

Y si las palabras fueran solo palabras, y nada más; si nada significaran, aún serían mías. Serían entonces tan solo la forma en que mi alma o mi mente buscan un camino a algún lado, aunque no hubiese ningún lugar al que llegar. Por estéril que fuera este viaje, aún sería un viaje, y si hoy es inútil, tal vez algún día lo pueda ver como parte de la ruta que me permitió llegar a algún destino (o al menos como parte del camino que meramente me sirvió para caminar).

Y si estoy perdido, no importa: nadie me busca, salvo yo, así que la única manera de encontrarme es que yo mismo me encuentre. Necesité hacer esto, y lo dejé ser. Necesité decirlo, y lo dije. Necesité pensarlo, y lo pensé.

Si estuviera equivocado, tal vez es mejor así. Tal vez es mi manera de descubrir que a la larga no hay respuestas correctas, y algún día (si tengo suerte) voy a dejar de buscarlas.

Esta, tal vez, sea la manera en que hoy encuentro mi forma de ser yo. 

(No es poco.)
(Pero tal vez tan solo sea ruido bobo)

jueves, 11 de julio de 2013

Casa

Casa.
Para cada uno queda en algún lugar distinto. Para todos es lo mismo.
Pero hago una salvedad: hablo de la casa en que cada uno de nosotros crecimos. La casa materna. El lugar al que, cuando llegamos, sentimos que estamos volviendo.

Esa casa, ese lugar, tiene un significado muy fuerte, aun cuando ya somos adultos. Y a veces, cuando pensamos en el lugar de dónde venimos, no remembramos la construcción en la que vivimos, sino el barrio, o la calle, a veces al país, o simplemente el cielo que estaba sobre nuestras cabezas cuando éramos chicos y mirábamos todo desde abajo. A veces es el lugar donde aprendimos a caminar, a veces es el lugar donde recordamos haber sido más felices. Es, en todo caso, el lugar que marca nuestra línea divisoria entre los verbos "ir" y "volver".

Para mi vieja, su casa es el río, creando un recoveco con la costa en algún lugar bajos los árboles en el Delta del Tigre. Es el agua del Espera bajando por la mañana y creciendo con la sudestada. Es un muelle de madera gastada que hace muchos años está a punto de ser llevado por la marea, pero se mantiene, firme y endeble a la vez.

Para mi viejo, son las calles de Pigüé, allá lejos de Capital, y los campos alrededor, con sus sierras bajas rompiendo la llanura. Con sus historias de bares y de campo, con una tumba en el cementerio esperando flores. Lugar del que partió para no volver, y al que siempre extraña. Nunca supe por qué nunca quiso volver.

Para mí es una casa con flores desprolijas en un jardín descuidado, con calle de tierra al frente, en Maschwitz. Con perros que me mueven la cola y me lamen las manos, no importa cuánto tiempo haya pasado desde la última vez. Es la mesa dónde mi vieja siempre tiene un plato para mí, y mi viejo siempre tiene una botella de vino por abrir para convidarme. Es mi habitación de techo bajo de madera, y el sauce al fondo mezclado con la parra.

Para el pelado, son las esquinas de Córdoba Capital, dónde Mario lo espera siempre, como amigo y como padre, para contarse las penas y las alegrías. Es la casa dónde Dolly llena las paredes de sus fotos, para que él sepa que siempre está presente ahí, aunque esté lejos. Son los hermanos y los sobrinos que lo extrañan. Son los amigos en la música y en el alma de un tiempo alegre que vuelve a encenderse como vela guardada cada vez que se vuelven a ver. Es el lugar donde guarda los planos de un sueño que fue y no fue, que pudo ser, que aún puede ser.

Volvemos a casa como guerreros después de la batalla, a curarnos las heridas, a afilar las armas. Volvemos a casa para sabernos cuidados por aquellos por quienes salimos a la vida para enorgullecerlos (por ellos o por sus recuerdos, da igual: los que se fueron siempre regresan cuando volvemos al lugar que compartimos con ellos).


Y veces, cuando volvemos a casa, volvemos a nosotros mismos, para encontrarnos con nuestro principio, para leer el índice de nuestra historia, y dar vuelta la página.

miércoles, 10 de julio de 2013

Escribir (2)

También, las palabras esconden. Dicen para callar. En los espacios en las frases, entre palabra y palabra, en las comas, en el punto, se oculta lo no dicho.

El artista, mediante el hecho artístico, también se oculta. Al mostrar, oculta, en un juego de luces. Como cuando en el escenario, la luz del seguidor borra las arrugas de la diva al mismo tiempo que la ilumina.

El Guernica fue concebido como una imagen del horror y del sufrimiento. Y al verlo, uno ve eso, pero por encima de eso se percibe belleza, estética, arte. Inevitablemente, inintencionadamente, el artista sublima lo que muestra, lo eleva a un plano por encima de la realidad que intenta plasmar, quitándole su crudeza de verdad y cubriéndolo de un tinte de abstracción.

Así, una persona desnuda en medio de una habitación llena de gente es impúdica, pero esa misma persona plasmada en una tela es artística; y observamos fascinados innumerables muertes arriba del escenario o en la pantalla que, presenciadas en la realidad, nos llamarían al horror y al espanto.

Con las palabras, y también con mis palabras, pasa algo parecido. No porque considere que mis palabras sean arte ni mucho menos, pero si tienen ese mismo componente de abstracción que tiene el hecho artístico. Están separadas de la realidad por ese abismo infranqueable que existe entre el significado y el significante. Por ser palabras (y sobre todo por ser palabras escritas), parecen alejarse flotando de la realidad. No son hechos, no son vida, al menos no son la vida de todos los días.

Y mis palabras, tan cargadas de retórica y estilismo, ocultan mucho más de lo que muestran. El trasfondo está ahí, el sentimiento, la sensación, la emoción real están ahí, a la vista de todo aquel que sepa mirar, como el elefante detrás de la mampara en el acto de magia, o los hilos que hacen volar al ilusionista. Pero aquel que se deja llevar por lo que escribo, solamente va a encontrar palabras hilvanadas mas o menos decorativamente.

El fondo queda a oscuras.

Y no se me escucha a mí, al real, al de carne y hueso. Y el tipo que está acá sentado, ahora escribiendo, desaparece, como en un acto de magia. Como la arruga que desaparece bajo la luz de un farol que enceguece.

Y nadie me ve realmente, no por este  medio, no leyendo esto. No por lo menos de la forma en que me verían mirándome a los ojos.

lunes, 8 de julio de 2013

Apuesta

Las ganas se hicieron penas
Intenciones de las buenas
En mañanas sin testigos
Empedraron el camino

Se quedó en el intento
Se secó en el invierno
Le cayeron hojas inermes
Que aún aguardan su septiembre

En el juego del amar
Cae moneda de perfil
No se gana sin llorar
No se pierde sin reír

Si me hubieran dicho
Que no es blanco o negro
Que no tome nada a pecho
En lo dicho o en lo hecho

De haber sabido
qué habría sido?
Qué de distinto
habría elegido?

Cuántas mañanas
hubiera negado u ofrecido?
Cuántas tardes
hubiese soñado o dormido?
Cuántas noches
he ganado o he perdido?

Son el debe y el haber
de un saldo en "tal vez"
apostando a un impar
de ruleta en espiral

(la bola gira sin caer
en un tobogán sin fin
donde es parte del metier
apostar o desistir)