Algunos pensamientos te vuelan lejos, a otros mundos, otras tierras y otros tiempos, y algunos se posan en la palma de mi mano y hacen nido en el apretón de tu mano.
Con mi mano en tu pecho, cuido que a tu corazón no se le escape un sentimiento ni le entre una pesadilla. Aunque, de todos modos, no tengo antídoto contra mis propias pesadillas, y a veces los sueños me remueven el cuerpo y te despierto de una sacudón inconsciente en medio de la madrugada.
En el lazo entre tus brazos y los míos, la nena hace su cuna, y suspira profundo y con ruido. Se despide con un beso de lengüetazo, y si hace frío, esconde la nariz. Si hace calor, no dura mucho tiempo acuchada y al ratito nomás se aleja y se estira todo lo que puede a los pies de la cama.
Tenemos el sueño desparejo: tu vigilia dura hasta un buen rato después de que yo apagué mis luces, y yo me amanezco cuando a vos todavía te quedan un par de horas por dormir.
Algunas noches no querés quedarte solo y buscás mantenerme despierto. Pero los párpados y el cansancio me pesan, y aunque trate de mantenerme a flote, me hundo sin querer en la almohada, y ya no vuelvo hasta la mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario