jueves, 29 de agosto de 2013

Lima - Día 16 (del Cumpleaños de Maritere, y Todo Lo Que Pasó Hasta Acá)

Última noche en Lima. Por esta vez.

Acá en la oficina de Lima, al terminar el día, le festejamos el cumpleaños a Maritere, la administrativa de la sucursal de Perú. Trajeron un globo, torta con velitas, firmamos una tarjeta, y le cantamos Las Mañanitas, el Happy Birthday y el Feliz Cumpleaños (por lo que vi, acá en Perú cantan todo junto). Yo, cantando a los gritos, como siempre. Después, cada uno le dedicó a Maritere unas palabras, y ella se emocionó y nos agradeció. Yo le agradecí ser la persona que se ocupó de mí en mi estadía en Lima, y darme la tranquilidad de saber que en cualquier momento podía llamarla y contar con su auxilio.

Fue lindo. Fui parte.

Antes de viajar, alguien me dijo "viajar es lo mejor que te puede pasar!". Yo pensé "está en pedo".
Para mí, viajar por trabajo significaba un paréntesis en mi vida. Estar en otro lado mientras mi mundo seguía su curso en Buenos Aires. Era dejar mi vida de todos los dias en suspenso mientras me hacía cargo de responsabilidades que no quería pero que tenía que asumir.

Y lo cierto, es que acá también tuve vida. Acá también pasaron cosas.

Tardé en llegar: el alma me llegó a Perú unos días después de haber bajado del avión, como un equipaje que se me hubiera perdido en el aeropuerto.
Cuando llegó, cuando estuve acá completo, las cosas empezaron a sucederme (las cosas sucedían de todas maneras, pero no me sucedían a mí: me pasaban de largo).

Me encontré con María, que me contó su historia de Angelito y sus batallas de madre, y entendí que si hay por ahí almas tan bellas como esa, uno nunca está realmente solo.

Estuve en el cumpleaños de un ecuatoriano con su novia y sus amigos colombianos, y me encontré ante lo insólito de matarme de risa entre extraños y con extraños. Sentí que uno no es tan extranjero en ningún lado, si vas con la cabeza abierta.

Tuve charlas interesantes con compañeros con los que laburo hace año sin nunca tener una conversación personal, y vi que ellos también sufren estar lejos, y extrañan como extraño yo. A ellos también les cuesta aceptarse como peones de una partida en la que de pronto un enroque te hace cruzar el tablero y te deja lejos de casa.

Pude hablar con mi jefe, y escuchándolo sin juzgarlo, me di cuenta de que en el fondo no es mal tipo, y que yo también puedo estar muy equivocado en lo que pienso de él,

Caminé por los lugares que conocía y los redescubrí. Caminé por calles que no conocía y gané terreno.

Fume solo y a oscuras mirando el mar de lejos, y de estar callado y solo finalmente me pude escuchar un par de verdades.

Y de tanto mirar de lejos y extrañar, gané perspectiva, y casi pude ver el cuadro de mis días de lejos y apreciar el aspecto general.

Qué se yo, nada en limpio. Pero algo se movió. Y eso tal vez sea bueno, porque me sentía estancado.

Si, se extraña, y mucho.
Si, cuesta, y mucho.
Pero estar lejos puede tener sus cosas buenas.
Y puede ser que, en determinados momentos, viajar sea lo mejor que me puede pasar.

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