lunes, 19 de agosto de 2013

Lima - Día 6 (de Parapentes)

Fin de semana: Tiempo libre, así que tenía que buscar cómo llenarlo.
En una época venía seguido a Lima, así que conozco la parte de la ciudad que está cerca del departamento donde me alojo. El sábado me fui a Parque Kennedy y las ferias incas, y el domingo caminé la costa. Saqué fotos, como me pidió la Berta, y lo cierto es que estuvo bueno como plan: editar fotos me mantuvo entretenido las horas del finde que estuve en el departamento.

Domingo por la tarde, y ya no tenía nada por hacer. Estaba fresco, y no tenía ganas de salir, así que me dediqué a mirar la vida desde el balcón. En eso aparecieron los parapentes.

La costa por estos lados, es una larga cadena de acantilados altos, en dónde el viento del mar asciende y riega de rocío las plantas rastreras que suben por las laderas. Es un lugar ideal para practicar parapentismo.

Recortados contra el cielo siempre blanco de Lima, se dibujó en el horizonte una bandada de 8 o 10 parapentes que como aves migratorias volaban a lo largo de la línea de la costa. Hombres colgados de telas angostas y finas, sostenidos por cuerdas tan delgadas que se desdibujan en la resolana, dejándose llevar por el viento, jugando con el viento. Algunos, los más experimentados, saben poner su ala en forma vertical y descender haciendo tirabuzones hasta cerca de estrellarse contra la playa, y ascienden a último momento.

Estuvieron un buen rato girando casi a la altura del balcón, y estuve tentado de ir a buscar la cámara para sacar una foto de ese momento surrealista. Pero me resistí, entendí que si eso estaba pasando, era para que lo viviera ahí, en ese momento, no importaba que quedara registrado para después.

Nunca me animé a subirme a un parapente.
Eso, es muy parecido a la libertad. No estar sostenido por nada, que no haya piso bajo tus pies, apoyarse en el viento y entregarse a él, disfrutar ese trayecto. Callar o ignorar a los miedos que nos dicen que los hombres nacimos pedestres, incluso hacerse amigo de los miedos. Volar, sabiendo que fuimos hechos para caminar.

No me animo a eso. No me animo a volar.

Me costó dormirme, tenía un dolor clavado en el medio de la espalda. Justo en el lugar donde estarían mis alas si las tuviera.
Soñé con submarinos.

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