domingo, 5 de mayo de 2013

Sound of Music

Son pendejos. No es despectivo: son pendejos en el mejor sentido de la palabra, son descaradamente jóvenes.
Van a un taller de comedia  musical en Barrio Norte, con lo cual una podría suponer (y con razón) que tienen apellidos de los influyentes y han ido a escuelas de las caras. Pero eso se queda penosamente corto a la hora de definirlo.
Son crudamente talentosos. Tremenda y potencialmente talentosos. Bellamente singulares.

Los fui a ver a fin del año pasado, por una de esas invitaciones que te llegan al Facebook. Conocía vagamente a una de las profesoras, y la propuesta de lo que habían preparado era interesante: habían tomado la película Reality Bytes y la habían adaptado a teatro, musicalizándola con canciones de los '90.

Ajá! Un taller de comedia musical que además tiene onda, pensé.

La Comedia Musical más comercial (no toda, pero en muchos casos) peca de estereotipada. Llegar a ser actor de comedia musical implica un laburo gigantesco: son artistas que tienen que perfeccionarse en canto, baile y actuación, y ser buenos en todo eso. Ya por separado, cada una de esas disciplinas lleva años de estudios para ser dominadas, lleva mucho esfuerzo y constancia llegar a ser bueno. Pero, en algún momento, y vaya uno saber por qué, muchos artistas de musical se convierten en intercambiables. Son muy buenos todos ellos en lo que hacen: son afinados y llegan a las notas indicadas con una colocación perfecta; actúan correctamente sus líneas con la soltura señalada; siguen uniformemente las coreografías con exactitud rítmica. Pero, muchas veces, no son particulares. No son todo lo diferentes como artistas que podrían ser. Tal vez se deba al enorme ego de los directores, que buscan meros intérpretes de sus ideas, y que lo que se destaque sea su dirección, siendo el actor sólo otro elemento más de su visión general, al mismo nivel que la música o la escenografía. Vaya uno a saber, estos son solo supuestos míos.

Estos pendejos, que rondan los 20 años y en algunos casos ni siquiera llegan, despliegan un talento muy fuerte y muy crudo, pero, antes que nada, relucen de individualidad. Cada uno, y todos ellos, tienen un color propio muy nítido y definido, a veces inesperado, a veces indomable.
Nadie les dijo que las cosas tenían que ser solamente de una manera. No los opacaron de técnica ni de dogma. No se cruzaron aún (y ojalá no lo hagan nunca) con ningún director que les dijera que deben adaptarse.
Se encontraron con tres chicas (las directoras de este lugar), que tienen muy claro lo valioso de lo singular, de lo peculiar. Que no buscan uniformarlos, sino que laburan para realzar lo distinto. Los quieren expansivos y raros, los quieren personales, distinguibles, y profundamente humanos.

Hay crudeza y descontrol en coro con la delicadeza y la prolijidad; lo conmovedor y lo profundo crean un acorde con el desparpajo y la extroversión; todo junto, armando un rompecabezas que se puede armar por que ellos son las piezas, y ningunos otros.

Y bueno, me anoté en este grupo, y arranqué en Marzo. De a poco estoy siendo parte de esto, no pareciéndome, y tampoco encajando. Pero creo que en esto, la única manera de encajar es no encajando. Capaz que la forma de aportar algo a este grupo, ya de por si tan rico, sea trayendo algo que no esté. Veamos como va...

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