viernes, 28 de abril de 2023

El Gran Mat

 (Cuento)


El portazo en la Pathfinder R50 retumbó por todo el patio delantero de la escuela, y varias personas se dieron vuelta para mirar. Matías escuchó el grito de su padre, pero no se dio vuelta.

-    ¡Matías, volvé acá! ¡¡Matías!!
Lo estaba llamando “Matías”, no “Mati”, ni “Matute”, y con eso él tendría que haber sabido que su padre estaba realmente enojado, pero no le importó. Él también estaba enojado. Era malo tener padres divorciados, pero tener un viejo egoísta que se quería hacer el pendejo era una reverenda mierda. Le había pedido una sola cosa: que pagara el viaje de egresados. Nada más, solamente eso. No le pedía tiempo, ni atención, ni nada que se le pareciera. Solamente que pagara el viaje. Tenía plata para comprarse la Pathfinder, tenía plata para camperas de cuero y para viajar con esa atorranta de veinte años que se estaba cogiendo ahora, así que también podía tener plata para pagarle el viaje a su hijo. Lo que no tenía era cerebro disponible. Estaba demasiado ocupado en volver a los veinte, así que pedirle que además se comportara como un padre era mucho pedir. Pero Matías no tenía derecho a enojarse, no señor, porque papá había pedido perdón. Palabra mágica: Perdón. Los viejos piden perdón y ya está, todo solucionado. La madre también le pedía perdón cuando llegaba la noche y no había cena, porque había estado tan deprimida que no había podido cocinar. Una regla de mierda esa: si te piden perdón, no te podés enojar. Bueno, Matías estaba enojado. Que se metieran el perdón en el orto.
Entró como un toro y se acomodó en la fila de 7° A. Los demás lo miraban con una mezcla de simpatía y sumisión. Eran todos insectos que sabían lo que les convenía. Así que todos fingían camaradería y se reían de sus chistes. Todos salvo Leandro. Leandro lo miraba con su propia combinación de miedo y desprecio. Como quien mira a un borracho haciendo un escándalo en la puerta de su propia casa. Como detestaba a ese idiota. No hacía más que intentar agradarles a los maestros, y claramente iba a salir puto. Ya se le notaba.
Leandro lo miraba fijo, como si en algún momento lo fuera a atacar. El Gran Mat se acercó, y le dijo, con un tono suficientemente alto como para que los demás chicos escucharan, pero no la maestra: - ¿Qué mirás maricón? ¿Me querés chupar la pija?
Los demás chicos empezaron a reír a carcajadas, y Leandro se puso a llorar de bronca, ahí en medio del patio. Que se joda, por imbécil. Sonó el timbre. Leandro salió corriendo al baño y…
El portazo en la Pathfinder R50 retumbó por todo el patio delantero de la escuela, y varias personas se dieron vuelta para mirar. Matías escuchó el grito de su padre, pero no se dio vuelta.
-    ¡Matías, volvé acá! ¡¡Matías!!
Entró como un toro y se acomodó en la fila de 7° A. Ahí estaba Leandro, mirándolo fijamente, con esa mezcla de miedo y desprecio. Boqueo varias veces, como pez fuera de agua, hasta que al final dijo: - ¡Pobre Mati, se acaba de pelear con el papá y ahora no va a ir de viaje de egresados! ¡Pobrecito, ¿tu papá no te da plata?! ¿Se olvidó de vos?
Leandro intentaba ser desfachatado y hasta jocoso, pero la voz le temblaba, y el efecto se perdía. Terminaba resultando patético, y los otros chicos lo miraban con extrañeza. Matías se acercó con una media sonrisa fría en la cara. Lo agarró fuerte del brazo flacucho, tratando de provocarle el mayor dolor posible, y le dijo el oído, bajito pero firme: - A la salida te voy cagar a trompadas. Preparate, porque te voy a hacer mierda. No te va a quedar ni un hueso sano. -. Se alejó despacio, no sin antes ver como Leandro hacía fuerza para aguantarse las lágrimas. Sonó el timbre…
El portazo en la Pathfinder R50 retumbó por todo el patio delantero de la escuela, y varias personas se dieron vuelta para mirar. Matías escuchó el grito de su padre, pero no se dio vuelta.
-    ¡Matías, volvé acá! ¡¡Matías!!
Entró como un toro sin ver nada alrededor. Ni siquiera al chico que estaba al lado de la puerta con un ladrillo en la mano. El Gran Mat era muy alto para su edad, pero eso no evitó que le diera un ladrillazo en la rodilla derecha y lo hiciera caer al piso. Todo fue tan fuera de contexto, que nadie pareció notarlo, era simplemente un chico que se tropezaba al entrar a la escuela. Matías mismo no terminó de entender qué estaba pasando. Hasta que lo vio ahí de pie, mirándolo desde arriba con su mirada que ahora era puro desprecio y odio. Le llegó a estrellar 3 veces el ladrillo en la cabeza antes de que alguien lo detuviera…
El portazo en la Pathfinder R50 retumbó por todo el patio delantero de la escuela, y varias personas se dieron vuelta para mirar. Matías escuchó el grito de su padre, y se dio vuelta. No por el llamado de su padre, sino porque algo estaba mal. No sabía qué, pero tenía una sensación rara.
-    ¡Vení acá, Matías! ¡No te lo vuelvo a repetir!
Matías giró sobre si mismo, mirando alrededor, tratando de entender. Como un autómata, caminó hasta la fila de 7°A y se formó al final, todavía ensimismado. Vio a Leandro mirándolo confundido. Lo vio meterse el dedo chiquito en la oreja, y decir, sin dirigirse a nadie: - Algo está fallando.
De unos altavoces inexistentes se escuchó: - Si, Señor Irriaga, nosotros también lo notamos. Es una falla común en la simulación que se da por efecto de las reinterpretaciones. Suele pasar después de la octava o novena iteración. Vamos a ajustarlo y reiniciamos. Si aguarda unos minutos, por favor.
Leandro volvió a hablar con el meñique en la oreja: - Si, no hay problema, espero. -. Se sentó en un cantero del patio y se quedó ahí esperando, como si todo fuera perfectamente normal. Nadie parecía notar nada, todos seguían haciendo lo suyo, como si nadie hubiera escuchado ninguna voz.
El Gran Mat sintió un vacío en la boca del estómago. Parecía un déjà vu, pero era más raro que eso. Se paró frente a Leandro y se quedó ahí hasta que levantara la cabeza. - ¿Qué pasa acá? – le preguntó. Leandro dudó un momento. La voz del altoparlante imaginario se volvió a escuchar: - Puede tener conversaciones incongruentes con el contexto, Señor Irriaga. A veces sirven para desanclar la interferencia cognitiva. –
Leandro bajó la mirada y empezó a hablar, despacio y bajito: - Esto es una simulación terapéutica. Permite revivir momentos traumáticos y reconstruir el recuerdo del evento. Aparentemente da muy buenos resultados. –
Matías se quedó mirándolo, y finalmente lo golpeo en la cabeza con la palma de la mano. Era más que nada una respuesta natural frente a la sensación de que alguien lo estaba tratando de idiota, ni siquiera hubo bronca en el movimiento. – ¿Me estás tomando por pelotudo, pendejo de mierda? – . Leandro se encogió de hombros: - Pensá lo que quieras, en 5 minutos máximo esto se reinicia. Esto es como un videojuego, pero mil veces más adelantado, y es a nivel neuronal. Si quiero puedo reventarte la cabeza mil veces como hice la vuelta pasada y no me va a pasar nada.
Algo muy primitivo en su interior le decía al Gran Mat que tenía que enfurecerse por esa referencia a reventarle la cabeza. Pero otra parte necesitaba entender, porque eso parecía haber pasado, y sin embargo estaba ahí de pie sin ninguna herida, y había una voz que hablaba desde ningún lado y llamaba Señor Irriaga al maricón de Leandro. Y ahora Leandro le hablaba en voz alta de cosas rarísimas, pero nadie les prestaba atención. Si era un sueño, era un sueño muy complicado.
- ¿Yo qué hago acá? – preguntó, con legítima curiosidad. – Sos un recuerdo mío -, respondió Leandro. – Hoy me cagaste la vida, así que mi psiquiatra cree que es buena idea que te traiga de vuelta para ver si esta situación podría haberse resuelto de otra forma. Pero no encuentro manera, mi mejor intento fue el del ladrillo, pero me dicen que “no es una respuesta constructiva”.
- ¿Cómo que te cagué la vida?
- A partir de hoy, todos van a hacerme bullying por marica. Todos ellos. – respondió, señalando con tristeza al resto de los niños que estaban formando en el patio. -Y si, tenés razón, soy homosexual, aunque ni yo mismo lo supiera, pero eso no justifica todo lo que va a pasar después. A los 15 voy a tener mi primer intento de suicidio, y varios episodios depresivos a lo largo de mi vida. Ahora tengo 37 años y problemas de autoestima, ansiedad, relaciones abusivas, etcétera, etcétera. Todo eso empieza acá y ahora.
- ¿Qué es bullying?-, preguntó Matías. Leandro hizo una media sonrisa triste y respondió: - Justamente, el problema es que todavía no lo sabes. No sé si algún día lo vas a llegar a entender-.
Suena el timbre…
El portazo en la Pathfinder R50 retumbó por todo el patio delantero de la escuela, y varias personas se dieron vuelta para mirar. El Gran Mat entró como un toro y se acomodó en la fila de 7° A, mientras Leandro lo miraba fijamente con su combinación de miedo y desprecio.
- ¿Qué mirás maricón? ¿Me querés chupar la pija? - le espetó Matías, agresivo.
Leandro se quedó mirándolo, como quien lee un cartel en otro idioma. Finalmente, sonrió confiado, y con una seguridad en la voz que no se correspondía con sus 12 años le respondió: - La tuya particularmente no, pero quédate tranquilo, cuando finalmente te consigas limpiar el esmegma seguro que alguien te la va a querer chupar. -
La mandíbula del Gran Mat quedó colgando durante varios segundos, mientras su cerebro trataba de entender qué mierda estaba pasando. Una neurona conectó con otra, que provocó el inicio de una risa en algún lugar del diafragma. Y la reacción en cadena fue imparable, una carcajada creció hasta explotar en la garganta de Matías, y se contagió a los que estaban alrededor, que empezaron a reír a su vez. Sonó el timbre…
El portazo en la Pathfinder R50 retumbó por todo el patio delantero de la escuela, y varias personas se dieron vuelta para mirar.

 

FIN

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