miércoles, 26 de abril de 2023

Bar Kamchatka

 (Cuento)


Bueno, a ver. Estoy grabando esto porque ya tomé bastante, y hace un rato Santi me convidó un par de sequitas, así que no sé si mañana me voy a acordar de esto, así que me mejor me mando un audio, así mañana me acuerdo.

A ver, voy a tratar de hablar lo más prolijo que pueda, porque sino yo sé que mañana no voy a entender nada, así que mejor me concentro. Está fresquito acá afuera, mejor, porque me despabila un poco. Voy a respirar, a ver…

(Respiración durante 32 segundos)

Listo, ya estoy, bueno. A ver. Empecemos por lo Básico, sí. Estoy en el patio del Bar Kamchatka, lindo lugar, está bueno, yo no lo conocía. Es el cumple de Matu, vinimos a tomar unos tragos acá con los pibes. Son las 3:37, me fijé recién. Bueno, la cuestión es que yo salí un poco acá al patio porque estaba medio mareado. Y me iba a fumar un pucho mientras tomaba un poco de aire puro a ver si se me pasaba un poco. Tenía los cigarrillos, pero no tenía encendedor, porque se lo había prestado al forro de Joaco que siempre se los queda.  Cuestión es que acá había una chica, sentada en el cantero. Hermosa piba, tenía unos shorts y una campera de jean. Estaba mirando para adentro con cara de perdida. No, de perdida no, de otra cosa, pero no me sale la palabra. Le pregunté si tenía encendedor. Buscó en el bolsillo y me lo dio sin mirar. Me prendí el pucho, le devolví el encendedor y le dije gracias. Ni bola me dio, seguía como perdida. Le digo “Gracias” más fuerte, y ahí levantó la mirada. ¿Viste cuando te miran y sentís que te tocan? Bueno, eso. Me tocó con los ojos acá, en la boca del estómago. Me miró la boca un rato, y eso fue como si apretara más fuerte.

- ¿Estás fumando mentolados? ¿Me convidás? Hace rato que no fumo mentolados.

- Si, claro. Bancame que me fijo si me quedan dos. Creo que se me estaban por acabar.

- Tranquilo, acá nunca se acaba nada.

Me fijé y tenía tres. Puedo haber visto mal, pero lo que me acuerdo ahora es que eran tres. Eso es mucho muy importante. Le di uno a ella, y tienen que haber quedado dos. Ella se prendió el suyo, y yo me senté en el cantero al lado, pero no pegado porque no quería joder. Nos quedamos callados, ella estaba muy en una. Bueno, yo también, pero menos. De pronto me dice:

- Qué triste, que lo parió.

- ¿Qué triste qué?

- Quedar trabada acá.

- ¿Por qué trabada?

Me miró de golpe. Creo que casi me atraganto con el humo. Qué hermosa piba. Se me quedó mirando, y después me sonrió.

- Vos sos de los que no se dio cuenta, claro…

No le contesté. No me daba la cabeza. Cuando ya te pasás de borracho, se te van las ganas de charlar. Te querés quedar callado, que te dé el fresco, y listo.

- ¿Ves esa chica de allá? – siguió ella.

- ¿Cuál?

- La de remera rosa, que está chapando ahí en la esquina.

- Ah, sí. Es parecida a vos.

- Es mi hermana.

- Ah.

Le pegó una calada profunda a su pucho y siguió:

- El chavón es mi novio.

- ¿En serio?

- Si, boludo, ¿por qué te voy a mentir?

- Uh… qué garrón.

- Qué hijos de puta diría yo. Y yo estoy segura de que por ellos me quedé trabada acá. Te juego lo que quieras.

No paraba la piba. Se ve que le había pegado charleta. A mí no me molestaba, que siguiera hablando si quería, yo mucho no le iba a poder contestar. 

- Yo estoy hace montón de tiempo acá afuera pensando, y es medio una cagada. Yo creo que el castigo es este, que no podés hacer mucho más que pensar.

- Ajá.

- Vos, por ejemplo, no te diste cuenta, entonces no pudiste pasar al otro lado. No sé cómo funciona, pero es como que te tenés que despedir, te tenés que dejar ir para que tu conciencia pase, sino seguís haciendo lo que estabas haciendo.

- Claro.

- Y yo me di cuenta, yo vi los vidrios que reventaban para adentro, la bola de fuego, la gente cayéndose, el ruido. Yo vi todo eso. Vos no lo viste, ¿no?

- No. - le digo.

- Claro, por eso, entonces para vos no pasó nada. Vos seguís acá como si nada.

- ¿Qué vidrios?

- Los vidrios que reventaron con la explosión. Debe haber sido la estación de servicio de la esquina.

Ahí me paré de un salto.

- Pará, ¿qué pasó en la estación de servicio?

- Nada, no te preocupes, vos no te diste ni cuenta. Vení boludo, sentate, no pasa nada. Quedate un rato.

Y me quedé, porque estaba buena, y porque el novio se estaba chapando a la hermana. Capaz que estaba despechada y tenía suerte.

Y ahí me empezó con lo de su teoría. Me habló un rato largo, no me acuerdo exacto lo que me dijo, pero era más o menos así. Ella decía que le llevó un rato darse cuenta, pero a la larga lo entendió. Que los fantasmas existen desde siempre, porque la gente siempre dijo que veía fantasmas, así que deben existir. Y que, según ella, cuando una persona se muere sin darse cuenta, se queda haciendo lo que estaba haciendo. Por eso en los conventos hay fantasmas de monjas, y en los parques de diversiones abandonados se escuchan risas de nenes. Es gente que murió durmiendo la siesta, o muy violentamente, y ni se llegó a dar cuenta, y por eso siguen en la misma eternamente, sin pasar al otro lado.

Y después están los boludos como ella, que se quedan enganchados. Se dan cuenta de que se están muriendo, pero en ese momento no piensan en eso, sino en otra cosa, y se quedan rumiando su mierda. Lo dijo así, me gustó esa frase, aunque no sé si está bien dicho. Y esas son las almas en pena, me dijo. Las boludas como ella que se quedan para sufrir y para joder a la gente. 

- Yo salí acá y los vi. Primero pensé que me había confundido, pero no. Los estaba por ir a encarar, pero ¿para qué? Si ya está, ya me hicieron bosta. Capaz que en otro momento habría armado escándalo, pero que ya me han cagado la vida muchas veces, no me da ni para enojarme. Me dio tristeza por mi hermana, porque yo no me lo esperaba de ella. Sentí que si les hablaba me iba a poner a llorar y no daba. No quería hacer todo el show de la cornuda triste. Me fui para la puerta de adelante, pensando en ellos, en mí, en qué les iba a decir cuando volviera a entrar. Y ahí cuando estaba por llegar a la puerta sentí el ruido. Yo me di cuenta, ¿entendés?. Y otros que estaban cerca también se dieron cuenta, pero esos pasaron al otro lado en seguida. Y vos sos de los otros, sos de los que no se dieron cuenta y siguen en la suya. Vos vas a estar siempre acá en Kamchatka. No está tan mal, ponele. ¿Viniste con amigos vos?

- Si, pero pará un toque. ¿Vos decís que yo soy qué?

- Vos estás muerto, y yo también.

Me levante y me estaba alejando, pero me agarró del brazo y me hizo dar la vuelta. Me dijo:

- Mirá, yo no sé cómo funciona, lo más probable es que te olvides de esto y de mí, pero ojalá no, porque estoy aburrida de ser la única de acá que sabe. Si no me crees, mirá la hora, siempre vas a ver que es la misma hora. Y las cosas acá no se acaban. Los vasos siempre están llenos, siempre tenés guita en la billetera, y siempre vas a tener tres puchos en el paquete.

Y se fue. Se metió de nuevo al bar y se perdió entre la gente. Ahora cuando corte voy a mirar la hora en el celular, porque no me acuerdo como se hace para grabar y mirar la hora al mismo tiempo. Me podría fijar en el paquete de puchos, pero la verdad que me da miedo mirar.

Mañana me voy a cagar de risa de esto.


FIN


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