sábado, 2 de marzo de 2013

Peleador

Soy peleador. Lo acepto. Lo digo también con un pelotudo orgullo (como si fuera una virtud en lugar de un defecto).

Pero es que me costó llegar a ser un peleador.

Hoy se habla de "bulling". Cuando yo era chico nadie sabía que era, y nadie lo consideraba un problema. Era cosas de chicos. El hostigador era un chico con mala conducta, que seguramente debía tener problemas en su casa, y la víctima era un chico tímido, ya se le iba a pasar. Era normal, ya iban a crecer.

A nadie se le ocurría que eso tenía consecuencias en los adultos en los que esos chicos se convertirían.

Yo fui víctima de bulling. La pasé mal, en 6to. y 7mo. grado. Después todo mejoró, pero eso me marcó. En algún momento, decidí que nunca más iba a estar en el lugar de víctima, y nunca más lo estuve. Y eso vino de mano de la seguridad.

La seguridad, además, me hizo aprender a no callarme. Y no me callo. Digo lo que pienso, sin importar con quién esté hablando, y no me da miedo contradecir, disentir o corregir a alguien si no estoy de acuerdo. Lo hago con mi jefe, mis viejos, mi pareja, mis amigos, clientes, o quien corresponda.

Por suerte, también tengo algo de diplomacia, y eso me salva de no ofender a nadie. Es raro que la gente se ofenda por lo que digo. Y no me quedo resentido tampoco después de una discusión. Y tampoco me cuesta reconocer cuando me equivoco: si en el medio de la discusión descubro que el otro tiene razón, lo reconozco, no sigo discutiendo al pedo. No hace falta.

Nunca peleo para joder al otro: lo hago para defender aquello en lo que creo, o para evitar problemas potenciales, o porque estoy convencido de algo.

Igual me falta mucho, tengo mucho que aprender, me equivoco mucho, y a veces me enojo al pedo. Puedo ser muy soberbio a veces, y tengo que tener cuidado con eso.

Pero soy peleador, y está bueno que no tenga miedo a pelear. Agradezco haber perdido el miedo a pelear.

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