viernes, 7 de junio de 2013

Inmutable

Discutimos. Por mensaje de texto. Que boludo, se puede pensar, que inmaduro. Tipo grande, de más de 30 años.

Si, es verdad. Me escudo atrás de lo escrito. Porque me es más fácil escribir que hablar. Cómo ahora.

Y discutimos feo. Sentí que ya no quería estar en esto. Que no me bancaba más la situación. Que era mejor que se terminara, antes de que termináramos teniéndonos bronca, u odio, o resentimiento. Todo eso. Pero igual estaba con la cabeza fría. Después de 10 minutos iniciales de bronca desatada, me guarecí en una actitud analítica inconmovible. Y así estuve todo el día. Y todo el día duró la discusión. Le expliqué que no le veía salida, que no estaba funcionando, y el me respondió pasando por muchos estados. Por tristeza, por súplica, por indignación, por bronca, confusión, y después nuevamente tristeza. Yo, inmutable, capeando los toreos, esquivándolos, refutando y argumentando. Iba a meter dos calzones y dos remeras en la mochila, y me iba a ir a casa de mis viejos hasta que los dos pudiéramos pensar bien en qué queríamos hacer.
Llegué a casa y el había ido a terapia. Saqué a la perra a pasear, volví, me senté en la cama, y , de pronto, lloré. Lloré sin parar, como no lloraba hace años. Lloré cada vez más fuerte, al principio sin siquiera saber por qué. Lloré hasta congestionarme. Lloré hasta entender.

Entendí que lloraba porque había sido fuerte mucho tiempo, y porque necesitaba que alguien me abrazara y me diera un beso. Lloré por miedo a que eso nunca pasara, a menos que yo huyera. Lloré porque no sabía de nadie que me pudiera abrazar como yo quería, y porque yo quería que él me abrazara, y nadie más. Lloré porque quería sentir que soy importante para él. No solo saberlo, sino sentirlo. Sentir que soy importante, no que simplemente soy necesario. Lloré porque sentí que hace mucho tiempo que nadie es cariñoso conmigo. Y me hace falta. Me hace mucha falta.

Lloré porque tengo miedo, y no me preocupa el miedo, porque soy fuerte, pero quiero que alguien me abrace y me diga que está bien tener miedo, que no hace falta que todo el tiempo sea fuerte.

Lloré. Por fin.

No hay comentarios:

Publicar un comentario